Ψ Psicóloga
     Lola Salinas

Ejemplos de Malestar

Conductas impulsivas



Un ejemplo de malestar sería el producido por las consecuencias de conductas impulsivas, donde prima el impulso, el deseo, placer o gratificación inmediatos; en vez de la evaluación racional (funcional) de lo que me conviene hacer. En este caso los síntomas serían la insatisfacción, la baja autoestima, la irritabilidad, el desasosiego, el mal humor, dormir mal, enfados, conductas erráticas, decisiones erróneas, abandono de proyectos, etc. Las conductas impulsivas son aquellas conductas que se producen por impulso, sin mediar ningún tipo de reflexión, evaluación, medida o análisis sobre los pros y contras de hacer tal o cual cosa.

Esas conductas están motivadas (impulsadas) por un deseo (apetencia, capricho, impulso), pero no están evaluadas a la luz del conjunto de mis intereses, de modo que me llevan a satisfacer el deseo pero no me conducen a satisfacer mis verdaderas necesidades. Es decir, quizás me apetece mucho algo (un trozo de chocolate, seguir durmiendo, posponer mis tareas, etc.), pero lo que conviene a mis intereses es justo lo contrario (guardar dieta, levantarme, hacer ya lo que tengo pendiente...) aunque eso me suponga un esfuerzo.

Existen herramientas psicológicas para lograr regular estos impulsos y adquirir hábitos de respuesta más saludables. En consulta trabajamos el origen, las causas, detonantes y los factores que mantienen el problema y el malestar.

Sin embargo, en este tipo de procedimientos, si deseamos una transformación profunda e integrada, conviene identificar el factor vulnerable que subyace a esta dinámica de recompensa inmediata, para poder trabajar con él, al tiempo que aplicamos las técnicas más prácticas. Probablemente, el factor de vulnerabilidad es una resistencia a afrontar ciertos conflictos (emocionales, cognitivos, de relación, de conducta) sin resolver que provocan desasosiego, angustia, preocupación....

Liberar mis resistencias, identificar mi vulnerabilidad y lograr renunciar a  apetencias tóxicas, regulando mis impulsos, me llevará a satisfacer las verdaderas necesidades (sentirme útil, cuidar mi salud, ser organizado/a, etc.). Estas y otras necesidades se integran de forma coherente y sólida en mi personalidad y me producen bienestar de forma sólida y permanente.

Dependencia emocional



Pongamos otro ejemplo: supongamos que me tensan mucho las relaciones sociales, porque estoy siempre muy pendiente (hipervigilancia) de los gestos y expresiones de los otros, preocupada/o por cómo cómo les afecta lo que digo o hago (inseguridad, autoexigencia), o tratando de comprender lo que ellos piensan (pensamiento mágico). Todo esto es probable que lo haga de un modo casi automático (hábito). Todas estas actitudes, conductas y situaciones me generan mucho malestar e incluso evitación.

A través de un análisis más detenido descubro que mi hipervigilancia tiene un objetivo (función), que es acomodar mis conductas a lo que creo que ellos esperan de mí, para agradarlos y asegurarme 'su aceptación'. Al descubrir que mi conducta tiene esta función, también estaré descubriendo que responde a una falsa autoestima (autoestima distorsionada o baja autoestima), que la hago dependiente del afecto externo, y no del afecto por mí misma/o.

En este ejemplo, la clarificación de mi malestar me permitirá enfocar con eficacia la solución de mi tensión en las relaciones sociales, trabajando una saludable autonomía emocional y mejorando mi autoestima.

De nuevo, nos podemos quedar ahí, con resultados aceptables, pero podemos profundizar e identificar el factor de vulnerabilidad que subyace a este tipo de conductas. Probablemente, existe un déficit de autonomía (conductual, emocional y cognitiva), este déficit me lleva a actuar y pensar siguiendo valores, criterios y creencias externos, sobre los que no he realizado una reflexión propia, personal, pero se han convertido en guiones automatizados disfuncionales para mi propia vida y bienestar.

Sentimiento constante de culpabilidad



Por ejemplo, la presencia constante de un sentimiento de culpa, nos genera malestar que se expresa a través del decaimiento, inquietud, inseguridad, mentiras, ocultación... Al mismo tiempo, impide que vivamos ciertas experiencias con libertad, autonomía y disfrute. El sentimiento de culpa nos reduce el derecho a satisfacer nuestras necesidades de un modo sano.

En este ejemplo, el malesar se manifiesta como desasosiego, insatisfacción, preocupación, decaimiento...Los síntomas de malestar son saludables porque nos avisan de que algo no funciona de forma eficaz;  lo que no es saludable es la presencia constante de culpa. Los síntomas nos avisan de que existe un desajuste, desequilibrio o conflicto de 'intereses' entre nuestro bienestar y el estilo 'culpable' de vivir nuestra vida.

Es razonable sentir culpa si nuestra conducta produce consciente y voluntariamente un daño o un perjuicio a otra persona o a nosotros mismos. La culpa nos indica que hemos actuado de forma incorrecta y que somos responsables de haber causado un malestar o perjuicio. Lo saludable en esos casos es analizar nuestra conducta, modificarla y no repetirla. No obstante, no es saludable sentir culpa de forma continuada. Eso significa que algo no estamos resolviendo de forma eficaz, es probable que esa culpa nos conduzca a conductas poco sanas (adicción, evitación, procastinación) e incluso a una depresión.

Por otra parte, en muchas ocasiones la culpa es un modo de evadir nuestra responsabilidad, porque con la culpa nos 'castigamos' y así engañamos nuestra conciencia pensando que hemos 'pagado' nuestra conducta errónea. Por esa razón, en muchas ocasiones, conviene sustuir la culpa por la responsabilidad, que nos compromete a modificar y no repetir conductas, en este caso, cambiamos el pseudo autocastigo por la actitud y conductas de mejora.

El factor subyacente



A efectos expositivos, he comenzado con ejemplos en el que el factor subyacente puede ser 'la dependencia', 'la impulsividad' o  'la culpabilidad' pero, también hemos visto que estos sentimientos, pueden ser solo la punta del iceberg. Por ejemplo, la culpa actúa como 'autocastigo' para evitar enfrentarnos al verdadero problema, por ejemplo: cambiar, modificar, mejorar, aceptar, afrontar... Por regla general, para identificar ese factor subyacente, primero hay que realizar un análisis de los síntomas y la función que tienen en el proceso de malestar, ya que, la mayoría de las veces, los síntomas del malestar nos están señalando las posibles causas y las posibles soluciones.

Algunos síntomas pueden ser: Irritabilidad, Impulsividad, Explosiones, Ansiedad, Miedos, Preocupación, Obsesiones, Estrés, Complejos, Evitación, Indecisión, Inseguridad, Bloqueos, Desánimo, Apatía, Anhedonia, Dudas, Procastinación, Sufrimiento, Agotamiento, Dolores, Neuralgias, Fibromialgias, Acidez, Cólon irritable, etc.

Cada uno de estos síntomas es la manifestación de factores subyacentes que nos provocan malestar y que hunden sus raíces un conficto, un desajuste, una carencia, desorientación, error... del que conviene tomar conciencia para atenderlo y poderlo resolver.

Siguiendo con el ejemplo anterior, para completar la evaluación necesitamos identificar a qué responde ese sentimiento de culpa, cuál es el conflicto que nos produce culpabilidad, y por último, cómo resolverlo y cómo prevenir que se vuelva a producir.

Estos son solo algunos ejemplos de malestar y el proceso que acompaña a su activación y mantenimiento. Existen muy variados Factores de vulnerabilidad; Factores detonantes  que pueden generar malestar y también muy diversos factores que pueden contribuir al mantenimiento del mismo (Resistencias). En la consulta, identificamos todo ello y establecemos pautas y herramientas para superarlo.

©LolaSalinas