Nuestra Personalidad es la fascinante combinación de un conjunto de emociones, atributos, estilos de pensamiento, actitudes, conductas, habilidades...
La personalidad se compone de muchos factores y rasgos formando ESTILOS de personalidad. La mayoría de nuestros rasgos se educan durante la socialización.
Un estilo de personalidad es el conjunto de rasgos, atributos, actitudes y conductas que adopta el individuo y que lo caracterizan en la mayoría de las situaciones.
Hay ciertas combinaciones de rasgos más típicas o frecuentes que forman patrones o estilos de personalidad, presentes en la mayoría de las sociedades actuales. Esto no quiere decir que todas las personas que comparte un estilo tengan necesariamente los mis rasgos y en la misma cuantía o frecuencia de manifestación. Existen muchas variaciones dentro de un mismo estilo de personalidad pero hay ciertos denominadores comunes.
Hay muchos estilos de personalidad pero la Psicología ha tratado de llevar a cabo clasificaciones que reflejen las tendencias más funcionales y las menos funcionales. No soy muy partidaria de las clasificaciones y de las etiquetas, porque considero que en su mayor parte simplifican la realidad y pueden resultar rígidas y poco útiles a la hora de analizar, evaluar y ayudar a las personas. Considero que es más práctico y eficaz trabajar con los síntomas.
No obstante, parece cierto que a ciertas conductas 'nucleares' (enfadarse con facilidad) les son familiares ciertos rasgos y otras conductas coadyubantes. Es en ese sentido que trabajar con los 'estilos' o perfiles nos puede ayudar a identificar ciertos rasgos concomitantes. Nuestra labor, no será quedarnos con el perfil prototipo, si no, identificar con claridad los síntomas presentes en la reaalidad del individuo, sin etiquetar y encasillar, para poder abordar con eficacia su intervención.
Existen Estilos más funcionales que otros, es decir, más útiles para adaptarse a la cultura y entorno social. Un estilo de personalidad puede convertirse en disfuncional e incluso en un trastorno de personalidad.
Generalmente, la funcionalidad está en relación directa con el número de rasgos de una tipología y la frecuencia de las conductas.
Un ejemplo claro de la diferencia entre funcionalidad y disfuncionalidad en relación a la frecuencia e intensidad de las conductas lo encontramos en el estilo de conducta perfeccionista. Sus características pueden resultar muy útiles en determinados contextos profesionales o sociales, mientras que la exageración puede conducir a la inacción, la paralísis, la obsesión o la compulsión.
La funcionalidad se puede entrenar para un rasgo o para un conjunto (estilo) con técnicas cognitivo-conductuales. Desde la psicología positiva tratamos de establecer unas bases para que el trabajo resulte más satisfactorio.