Vaciar la ‘papelera’ Mental

Pensamientos neu-e-róticos

Muchas veces nos dejamos inundar por diálogos interiores y pensamientos llenos de ideas erróneas, insanas y poco securizantes, que en el ámbito del juego erótico, convierten nuestra relación en algo frustrado, fallido o falto de placer. Por este motivo los llamo pensamientos neu-e-róticos o pensamientos basura.

Los llamo así porque si los analizamos no representan nuestra realidad. Suelen ser visiones sesgadas, reducidas, empobrecidas y devaluadas de nuestra realidad o, incluso, estar muy alejadas de ella. Suelen contener muchas palabras negativas, descalificadoras, autoexigentes, perfeccionistas, derrotistas… En definitiva, nos sirven para muy poco, salvo preocuparnos, estresarnos, reducir nuestras energías, bajar nuestro ánimo y frustrarnos.

Estos diálogos nos apartan de nuestros objetivos de bienestar, placer, disfrute, comunicación, relajación y satisfacción.

Alerta de aviso

Para vaciar nuestra mente de este tipo de pensamientos es conveniente instalarnos una especie de ‘alerta mental’ que nos avise cuando aparecen, que actúe de forma similar a la alerta interior que nos indica que hemos cometido un error en un tiempo verbal, que hablamos demasiado alto o que tenemos una actitud poco correcta.

Esta alerta nos colocará en situación de poder controlar este tipo de diálogos interiores basura, eliminarlos y sustituirlos por pensamientos más realistas, más positivos, más efectivos y sanos. Lo que nos conducirá a disfrutar de nuestra intimidad y de los juegos en los que participemos.

Para colocar esta alerta primero hemos de tomar conciencia de que estos pensamientos existen y que nosotros los experimentamos. También hemos de conocer su naturaleza y comprender que no hemos de creérnoslos. El siguiente paso es detectar en qué tipo de situaciones provocamos estos pensamientos o diálogos interiores que arruinan nuestra concentración en el juego, nuestro placer y el disfrute. Poco a poco hemos de identificarlos, escribirlos, memorizarlos y tenerlos bien delimitados.

Elaborar nuevos pensamientos

Hemos de elaborar, de forma racional, pensamientos sustitutivos, racionales, objetivos, positivos, orientados a soluciones, valorativos, ilusionantes, energizantes. Luego, cada vez que salte nuestra alarma tendremos que parar ese discurso negativo y sesgado y disciplinarnos a sustituirlo por el realista, que suele ser siempre mucho más positivo.

En el artículo anterior de este blog, mencionaba ejemplos de este tipo de pensamientos neu-e-róticos. Las siguientes preguntas son ejemplos de cómo podemos ponerlos en cuestión, cambiando algunas de las ideas que los constituyen. Estos ejemplos nos conducen a ideas que son más objetivas, realistas y eficaces para lograr de nuestros objetivos de placer y disfrute en las relaciones sexuales.

  • ¿Qué es importante para mí, el orgasmo o la satisfacción? ¿Tienen que ir siempre de la mano? ¿Cómo le puedo transmitir esto a mi pareja y desmontar su idea de que el orgasmo es la panacea de la satisfacción? ¿Tengo que sentir lo que dictan las modas y la publicidad o tengo que escucharme a mi misma/o y darme permiso para disfrutar de lo que yo soy/tengo/siento?
  • ¿Por qué razón me tiene que producir pudor o timidez expresar aquello que yo deseo, ya sea utilizar el preservativo, asearme o jugar a los indios? ¿Es acaso que me avergüenzo de mis propios deseos? ¿Cómo voy a poder disfrutar y a compartir con mi pareja si me oculto en los silencios?
  • ¿Creo que en realidad con mi cuerpo imperfecto no puedo disfrutar de una buena relación sexual? ¿Sé en qué consiste el placer? ¿Tengo razones objetivas y sanas para desear mejorar mi cuerpo? Si no acepto mi cuerpo tal y como es ¿puedo hacer algo para mejorar? ¿Estoy dispuesto/a a hacerlo?
  • ¿Cómo se aprende a estar suelto y confiado con algo? ¿Cómo he aprendido a sentirme seguro/a en otros campos de aprendizaje? ¿Qué tipo de actitud conviene que tenga para aprender a relajarme y disfrutar?
  • ¿Creo que hay un paso fijo, estándar para empezar una relación erótica? ¿Creo que una relación sexual tiene un índice que he de seguir al pie de la letra? ¿Qué es lo que parece más importante a la hora de sentir y disfrutar del placer: la experiencia o la relajación y la concentración?
  • ¿He hablado alguna vez de lo que me agrada, de lo que me gusta y de qué cosas prefiero? ¿Sé en realidad qué quiero? ¿Me he asegurado de transmitirlo del mejor modo posible?…
  •  ¿Por qué pienso que una interrupción puede cortar el clima erótico y de juego? ¿Por qué creo que no podemos hacer descansos, irnos a por un vaso de agua o poner un poco de música o coger un juguete sexual?

Quizás si nos contestamos estas preguntas de un modo racional y sano, con sentido común, desarrollemos la habilidad de disfrutar plenamente nuestra sexualidad, nuestras relaciones sexuales.

Hay muchos escenarios en la vida cotidiana que nos pueden servir para buscar ejemplos donde nosotros mismos tengamos un comportamiento más sano, eficaz, realista y ecuánime. Podemos utilizarlos para aprender a comportarnos así en las relaciones sexuales.

Saludos

¿Qué espero?

Dar o Recibir

Imaginemos la siguiente conversación entre los dos miembros de una pareja (en este caso hetero, por simplificar el diálogo):

  1. Ella: ¿Por qué no me respondes a los mimos que te hago?
  2. Él: ¿Por qué me haces mimos?
  3. Ella: Hombre… porque me apetece darte cariño y que te sientas querido
  4. Él: Bien, entonces ya has hecho lo que querías. ¿Quieres algo más?
  5. Ella: Si, que tú me respondas.
  6. Él: Ah… ¿entonces tú me haces mimos para que yo te haga mimos?
  7. Ella: No exactamente. A mí me apetecía hacerte mimos pero además me apetece que tú me hagas mimos.
  8. Él: Ah… ¿entonces, en cualquiera de los dos casos has hecho lo que a ti te apetecía?
  9. Ella: Si, claro, me apetece pero lo hago para que tú te sientas bien
  10. Él: Ah… ¿Me has preguntado cómo me siento yo bien?
  11. Ella: Pues no, chico, qué complicado eres… Supongo que te sientes bien como todo el mundo, cuando le hacen mimos.
  12. Él: Creo que confundes lo que a ti te apetece y necesitas con lo que yo necesito y me apetece. No siempre me apetece que me hagan mimos. Hay veces que me apetece muchísimo y no me los hacen… ¿Me conoces lo suficiente como para saber cuando sucede todo eso?
  13. Ella: Pues supongo que sí, después de 15 años juntos…
  14. Él: Entonces ¿por qué no me has observado lo suficiente para darte cuenta de que en estos momentos yo no necesitaba mimos y lo que quería era una escucha atenta al problema que te estaba planteando?
  15. Ella: Pues, no sé, quizás he dado por hecho que preferías un mimo.
  16. Él: ¿Y no será que proyectabas sobre mí lo que tú hubieras deseado en esos momentos?

En realidad cuando ‘damos’ cariño ¿cuál es nuestra intención, darlo o recibirlo? Si yo me acerco a mi pareja mimosa/o, qué objetivo persigo:

  • ¿Qué se sienta bien porque he detectado que necesitaba de mis mimos?
  •  ¿Sentirme yo bien porque necesito o me apetece proximidad?

Creo que en las relaciones afectivas y en las relaciones amorosas es importante saber qué es lo que realmente motiva nuestras acciones. Las consecuencias de desconocerlo son, por ejemplo, que creemos que estamos ‘dando’ y que no recibimos a cambio, cuando en realidad estamos siempre tratando de recibir, aunque no nos demos cuenta de ello.

Esta actitud ‘ciega’ suele  provocar en la otra persona irritación, incomodidad o rechazo. Puede que no sea consciente de lo que está pasando, puede que no lo haya racionalizado pero a nivel intuitivo y sensitivo lo vive como una especie de ‘uso’ indebido de su intimidad.

Esta misma actitud se da en las relaciones sexuales. ¿Cuántas veces nos acercamos a nuestra pareja con ánimo de tener RRSS para satisfacer nuestro propio deseo pero no estamos considerando lo que desea la otra persona ni cómo lo desea?

Un tema para reflexionar

Saludos

Mi diálogo neu-erótico

Hoy me he vuelto a descubrir en un diálogo interior mientras estaba en la intimidad con mi pareja. Cuando me doy cuenta, me paro a escuchar el runrún de mi mente y empiezo a recordar las últimas frases que me estaban bombardeando casi al ritmo del pulso:

  • «Nunca lograré alcanzar el orgasmo, por más que se empeñe»
  • «¿Qué corte, ahora cómo digo que quiero utilizar preservativo?»

Me esfuerzo un poco más y me doy cuenta de que llevo un rato con este tipo de pensamientos mientras se supone que estoy compartiendo (¿?) juegos eróticos con mi pareja. Tiro del hilo y he aquí lo que sale…

  • «Tengo que meter la tripa para disimular mis kilos de más»
  • «No puedo poner esa postura porque con mi torpeza seguro que parezco un pato mareado”
  • «Qué vergüenza, no tengo ni idea de cómo empezar pero tengo que disimularlo si no va a pensar que no tengo experiencia»
  • «Siempre empieza del mismo modo, debería saber que no me gusta nada y tendría que prestar más atención…»
  •  Qué horror, tiene ganas de jugar y yo sin ducharme, ¿No puedo parar ahora para asearme un poco voy a cortar todo el rollo?»

Cada día voy tomando mayor conciencia de estos diálogos que mantengo en silencio y también me doy cuenta de cómo me afectan. Parece mentira que en una situación erótica mi mente esté produciendo discursos neu(e)róticos, como yo les llamo.

Hoy, no sólo es que me hayan distraído como en otras ocasiones, hoy han supuesto que me sienta con inseguridad, sin ganas, sin deseo, que pierda la ilusión por el juego y que me dé vergüenza compartir la intimidad y el erotismo con mi pareja.

Me doy cuenta de que en este diálogo interior estoy negándome la posibilidad de disfrutar y ser yo mismo/a:

  • me maltrato (“Tengo que disimular”…, “con mi torpeza”…) y maltrato mi autoestima 
  • dramatizo (“qué horror”) y desestabilizo mi bienestar 
  • veo la vida como una obligación (“tengo que”, “no puedo” … ) y no me implico verdaderamente
  • creo que mi placer depende de la otra persona (“debería saber”, “tendría que” …) y pienso/siento que no tengo el timón de mi bienestar
  • veo la vida en blanco y negro (“siempre”, “nunca”) y me siento frustrado/a
  • Etc.

He aprendido que soy responsable de mis diálogos, de cómo me afectan y de sus consecuencias en mi vida diaria, en mi estado de ánimo y en mis relaciones.

He aprendido que conviene que los escuche y trate de pararlos, tomando las riendas de mis pensamientos, emociones-sentimientos y conductas

¿Y si vamos un paso más allá y tratamos de cuestionarnos ese tipo de ideas negativas o bloqueantes?

El próximo artículo “Cómo vaciar la papelera” lo dedicaré a este tema.

El placer sexual como habilidad social

  • Placer como habilidad
  • El aprendizaje de habilidades
  • Problema social
  • De la represión al consumismo

Placer como habilidad

La capacidad para relacionarnos con otras personas de forma sana y placentera se desarrolla a través de las habilidades sociales.

En el marco del placer sexual, estas habilidades sociales nos facilitan la interacción erótica/sexual con otras personas y nos conducen a lograr nuestros objetivos de placer, disfrute y satisfacción, teniendo en consideración y respetando los objetivos de nuestra pareja, y haciéndolo en un marco de igualdad, libertad, integridad, satisfacción y bienestar para ambas partes.

Me refiero a habilidades sociales como la empatía, la escucha, el tacto, la sensibilidad, la asertividad, la flexibilidad, el respeto, la creatividad, la generosidad, la autoestima, la autonomía emocional, la responsabilidad, etc.

Cuando disponemos de estas inestimables ‘herramientas’ de relación podemos relajarnos, concentrarnos en nuestro goce, entregarnos a la sensualidad y al placer con otra persona y lograr cotas de disfrute y satisfacción muy elevadas.

El aprendizaje de habilidades

Estas habilidades se desarrollan en nuestra actividad cotidiana, en los procesos de socialización en los que nos implicamos día a día, desde que nacemos.

Sin embargo, hay entornos sociales e incluso me atrevería a decir que hay culturas, que no facilitan el desarrollo de estas habilidades. Cuando fallan estas habilidades, cuando por cualquier déficit en la socialización y, por lo tanto, en el aprendizaje de la convivencia y de la intimidad, no estamos preparados para relacionarnos con otras personas en la intimidad, se produce un conflicto, al igual que se producen conflictos en otros ámbitos sociales.

Problema social

Si el déficit de estas habilidades lleva a una práctica sexual desajustada, desequilibrada o desigual, las relaciones sexuales no son plenamente humanas, son deficitarias e incluso pueden ser nocivas. Como diría C.Wright Mills, si este déficit de habilidades no es aislado sino que se da en muchos miembros de la sociedad, no estamos ante un problema personal, estamos ante un problema social.

Una sociedad que fabrica, educa o socializa –como más nos guste- ciudadanos con déficits crónicos y generalizados en habilidades sociales, es una sociedad desorientada, es una sociedad peligrosa.

Nuestra cultura y la sociedad en la que ésta se expresa y materializa, están reproduciendo modelos de placer sexual y de relaciones entre hombres y mujeres en los que se está potenciando todos estos déficits. Los/las adolescentes construyen su modelo de sexualidad y placer en este marco, y cada vez a edad más temprana porque tienen acceso a revistas porno, imágenes en internet, películas ….

El individuo, solo, no puede cambiar toda una cultura errónea. Cada individuo puede tomar conciencia pero para eso es necesario que escuche, que reflexione, que lea, que analice, que aprenda. ¿Es esta una sociedad que promueva y estimule este tipo de actitudes?

Una sociedad, por ejemplo, donde los medios de comunicación y las redes virtuales crean cultura sexual ofreciendo un modelo de placer sexual que no satisface la complejidad y riqueza del ser humano, es decir, un modelo que deshumaniza. Un modelo que elimina aspectos tan importantes del placer sexual como la seducción, el cortejo, el juego, la inteligencia, el humor, la alegría, el arte de la caricia, la comunicación, la libertad, la creatividad, la asertividad, el afecto, la calidez, la placidez, la dedicación, el arte de saber posponer, el arte de saber despertar la pasión, etc.

Un modelo de placer sexual que idolatra la imagen frente a la relación, que promueve la virtualidad frente a la realidad, que potencia la servidumbre frente a la igualdad, que empobrece la creatividad con la vulgaridad y reiteración de lo sórdido y obsceno.

Un modelo que reduce el juego sexual a uno sólo de sus componentes y no precisamente el más satisfactorio: la pulsión a la satisfacción rápida e inmediata, a la eyaculación o el orgasmo.

Todas estas razones deberían llevarnos a no ser tan condescendientes con los productos del mercado sexual. Vivimos en una cultura lábil, con problemas para reconocer que algo es malo; lo maquillamos, no nos atrevemos a hablar con claridad… Nos dejamos llevar por lo ‘pusilánimemente correcto’. Bien está que cada cual haga un sayo de su sexualidad, siempre que respete al otro, pero no escondamos bajo el manto de la libertad el ‘todo vale’. La sociedad debe saber cuáles son las consecuencias de una industria tan ramplona, pobre y deshumanizada alrededor de la sexualidad.

De la represión al consumismo

Hemos pasado de un modelo ramplón, cutre, reprimido, clandestino, ignorante, desinformado e insatisfactorio, digno del puritanismo menos sofisticado, a un modelo igualmente cutre, ramplón, ignorante, desinformado e insatisfactorio … y también clandestino y reprimido. No hay más que ver la cantidad de personas que se conectan a ‘escondidas’ para ver imágenes porno o que acuden a la prostitución sin desear ser descubiertos. ¿Qué hemos ganado?

Creo que quien ha ganado es el sector de la industria y los servicios sexuales que hay detrás de todo este mercado. Como siempre, los ciudadanos, en su mayoría, seguimos ignorantes, consumiendo los productos que otros fabrican para que ellos disfruten de la vida. Consumimos imágenes e información pornográfica o manipulada que nos desorienta y nos produce problemas, impotencias, insatisfacciones, estrés, inseguridad… Después consumimos pastillas azules para poder superar todos esos males. ¿Quienes se benefician?

Aprender, reflexionar, ser críticos y actuar de forma coherente, son otras habilidades sociales. No dejemos pasar nuestra oportunidad de ser auténticamente libres. No dejemos que nadie lleve nuestro timón.

La (Auto) exigencia como tiranía mental.

¿Qué es la tiranía mental?

La tiranía es la exigencia imperativa hacia uno mismo o hacia los demás. Ciertas actitudes y diálogos interiores nos llevan a ser tiranos con nosotros mismos: «Debo hacer esto» , «Tendría que decir…», «No debería hacer…».

En el extremo contrario se sitúa la negligencia, que consiste en la apatía, la irresponsabilidad, la procrastinación o el abandono.

Tiranía y negligencia son dos extremos de la dinámica de relación con uno mismo y con los demás, es decir, las podemos ejercer hacia nosotros mismos y/o hacia los demás.

¿Nos ayudan a crecer?

Ni la tiranía ni la negligencia son actitudes recomendables para generar bienestar en las relaciones, de modo que nos permitan crecer con equilibrio, confianza, estabilidad y solidez. Ni la una ni la otra van a conducirnos de un modo saludable a desarrollar la motivación, la autoestima, el aprendizaje, la responsabilidad y otras habilidades.

Ambas actitudes se pueden sustituir por un pensamiento y una conducta más racional y funcional. Por ejemplo, en lugar de pensar «debería hacer la cama», puedo pensar «me conviene hacer la cama para estar a gusto en mi habitación». Este cambio en el modo de pensar y de hablar/nos, nos protege del estrés, la ansiedad y la dependencia. El pensamiento racional nos conduce a tomar decisiones basadas en la integración de nuestros objetivos de bienestar; mientras que las conductas ‘dictatoriales’ nos hacen sentir que somos marionetas manejadas por los hilos de las normas y costumbres, nos alejan de nuestra autonomía y, por lo tanto, de nuestra capacidad de construir criterios y decisiones personales, realistas y responsables.

Cuando los tiranos culturales dominan la mente.

Este planteamiento, en principio, no parece difícil de aceptar, sin embargo, en nuestra educación encontramos ambas posturas con muchísima frecuencia, demasiada!!! Al transmitir la cultura entre adultos y niños, parece existir algún error en las dinámicas de socialización, causante de provocar y reproducir esas conductas disfuncionales. Esos mismos errores, que hemos interiorizado y sufrimos en carne propia como modelos de conducta, los reproducimos con nuestros hijos, alumnos, amigos, colegas, etc. El resultado es que ellos también los sufrirán y los reproducirán.

Teniendo en cuenta que la mayor parte de las veces somos educadores y educandos de forma simultánea, es decir, aprendemos cosas mientras otros aprenden con nosotros, conviene plantearse dos objetivos para producir el cambio: 1) Tomar conciencia e identificar con claridad las actitudes y conductas de tiranía; 2) Practicar conductas y modelos equilibrados y eficaces de aprendizaje. En este artículo me voy a referir a la tiranía, reservando la negligencia para otra ocasión.

¿Cuáles son las causas de las actitudes y conductas de tiranía?

En el caso de la tiranía, el núcleo del problema -durante la socialización- es que las demandas de aprendizaje, acción y responsabilidad, así como las correcciones a nuestros errores se hacen desde el miedo, el enfado, la decepción, la impaciencia, la intransigencia, la soberbia, la desmesura, o la irritabilidad. En todos estos casos, existen dos creencias: a) la creencia de que las cosas deberían hacerse de un determinado modo y no de otro; b) la creencia de que el error es un estigma o un fallo inaceptable, terrible y cuyas consecuencias hemos de temer y evitar a toda costa. En ambos casos, observamos cierta rigidez en la actitud e interpretación de la realidad. La rigidez nos impide adaptarnos con eficacia a las distintas necesidades (propias y ajenas) y a las circunstancias. La rigidez puede estar provocada por el miedo, pero a su vez puede provocar miedo y bloqueo.

Pongamos como ejemplo el caso de unos padres impacientes y exigentes, que ven frustrada su expectativa de rapidez o destreza sobre el bebé que está aprendiendo (habla, psicomotricidad, sueño…). Su impaciencia los lleva a estar tensos, a hablar con enfado y frialdad al bebé, a adoptar gestos poco amables, etc. El/la bebé percibe toda la tensión asociada a la frustración de los padres. Este tipo de interacciones se va a repetir, probablemente, durante su crecimiento, asociando las conductas de enfado de sus padres con sus dificultades y errores mientras aprende. Así mismo, es muy probable que esa intransigencia (tiranía) y las conductas asociadas (mal humor, tensión, enfado, irascibilidad, distanciamiento…) las perciba en las relaciones entre los padres y consigo mismos. Este es solo un ejemplo de los modos en que se puede ejercer la intransigencia y la tiranía.

¿Qué aprende el/la niño/a?

Como consecuencia, durante esta etapa de socialización, el/la niño/a aprende que cuando algo no va como a uno le gustaría, lo lógico es enfadarse, frustrarse, irritarse, entristecerse… También aprende que los errores son inaceptables y se enfada consigo mismo o con los demás, en función de quien los cometa. En resumen, aprende a ser intransigente y tirano consigo mismo y con los demás.

En definitiva, en las actitudes y conductas intransigentes (tiranas) existe una distorsión en las expectativas, tanto de la realidad (cómo ‘debería ser’ o cómo ‘tendría que ser’) como de la interpretación de las consecuencias (‘van a ser terribles’, ‘son inaceptables’, ‘son insoportables’…). Esta distorsión en la interpretación de la realidad produce en quien las experimenta emociones de miedo, ansiedad, rechazo, impotencia…, que a su vez generan conductas de impaciencia, intolerancia, intransigencia, desafecto y desamor.

¿Cuáles son las consecuencias para niños y adultos?

Como se señalaba antes, esta tiranía puede estar dirigida hacia uno mismo y/o hacia los demás. El resultado en todos los casos es similar, con algunas variaciones significativas:

  • Si lo dirijo hacia mí, siento culpabilidad, desanimo, tensión, estrés, inquietud, insatisfacción, baja autoestima, bloqueo, inseguridad, falta de confianza en mí, etc.
  • Si lo dirijo hacia los demás, siento desafecto, distancia emocional, tensión, inquietud, conflicto.
  • Si lo dirigen contra mí en etapas tempranas, siento temor, indefensión, inestabilidad, falta de protección, desafecto, injusticia, desmotivación, desamor…
  • Si lo dirigen contra mí en etapas adultas, siento insatisfacción, dificultad de relación, conflicto de intereses, cansancio, incompatibilidad, etc.

A medio y largo plazo, esta tiranía puede provocar diversas actitudes y conductas, entre ellas: la indefensión adquirida o falta de confianza en que la persona tiene la capacidad de superar una situación, dificultades o problemas; la intransigencia y la irascibilidad ante situaciones de frustración; la inestabilidad emocional con cambios de humor muy rápidos; la falta de implicación o compromiso con los proyectos; la falta de confianza en la capacidad de aprendizaje;  la tensión y estrés constantes ante los retos y nuevos proyectos, etc.

¿Cómo prevenir y evitar la tiranía?

Para evitar las dinámicas de la tiranía, el antídoto es AMAR con constancia, es decir adoptar las siguientes actitudes y conductas, de forma muy consciente y estable, mientras evolucionamos, nos educamos y educamos:

  • Dar prioridad al buen clima y al buen ánimo para generar confianza, apoyo y tranquilidad;
  • Valorar nuestros esfuerzos (los míos y los de los demás: un hijo, una pareja, un amigo, un hermano…) más que los resultados;
  • Dimensionar nuestras expectativas con realismo para no esperar cosas imposibles;
  • Dedicar el tiempo necesario a cada aprendizaje (mío y ajeno) para facilitar el proceso;
  • Respetar los ritmos propios y ajenos, de cada persona, en cada situación y para cada aprendizaje o desarrollo;
  • Regular nuestra impaciencia: no necesitamos el resultado ya, ni a la primera. Si lo hemos planificado así, estamos generando un error que conviene rectificar;
  • Implicarnos a diario en los procesos de desarrollo (educación, cuidados, etapas, necesidades), tomando conciencia, escuchando y reflexionando;
  • Evitar la manipulación cuando orientamos una conducta, recordar que también nos manipulamos a nosotros mismos (no me quiero si no logro lo que deseo…)
  • Recordar que la decepción reside en uno mismo y es producto de un cálculo erróneo y una expectativa poco realista, no culpabilizar al otro (tampoco a uno mismo si la decepción es conmigo);
  • Identificar y/o señalarnos los errores con aceptación y cariño; si lo hacemos desde la exigencia, de mal humor o con irritación, recordar que estas actitudes son nuestro propio error: innecesario, inadecuado y poco eficaz;
  • Corregirnos con amabilidad, aprecio, tacto, educación y cuidado;
  • Guiarnos sin hostigarnos, rechazarnos o lastimarnos;
  • Aceptarnos desde la tolerancia y la sabiduría, contemplar nuestro/su desarrollo con una sonrisa;
  • Respetarnos con nuestras limitaciones, darnos el derecho a ser humanos y a tener áreas de mejora y áreas con límites;
  • Comprendernos, conocer bien nuestras necesidades, entender en profundidad quienes somos y alejarnos de las exigencias de los ‘deberías ser así’ y los ‘tendrías que ser así’;
  • Confiar en que encontraremos el modo de relacionarnos con nosotros mismos y con los demás para obtener bienestar.

Objetivos de crecimiento personal

En general, podemos tener presentes los siguientes objetivos de crecimiento personal:

  • Promover la amabilidad y la afabilidad.
  • Desmontar la idealización, aceptar la imperfección como objeto de aprecio y estima.
  • Buscar la objetividad, el realismo para identificar los errores de forma ecuánime.
  • Practicar la humildad para comprender nuestro margen de crecimiento.
  • Comprometernos e implicarnos en nuestras áreas de mejora.
  • Desarrollar la perseverancia para mantener nuestro esfuerzo.
  • Construir objetivos que integren nuestras necesidades, valores, creencias y principios.
  • Trabajar la autonomía para superar los miedos, las dependencias, servilismos y pesebrismos

En otro artículo, abordaremos las causas de las actitudes negligentes y el modo de superarlas.

Píldoras Antidepresivas

Cuando cae el ánimo

Depresión, estado depresivo, falta de motivación … Todos estos términos se utilizan coloquialmente para etiquetar un ‘estado de ánimo decaído’ que nos produce malestar y que nos impide afrontar la vida con ilusión, placer, satisfacción y energía. Esto puede sucedernos en distinto grado, intensidad, severidad, frecuencia y continuidad en el tiempo.

Con independencia de la cuantificación de estos parámetros, el estado de ánimo decaído se caracteriza por unos síntomas: tristeza, cansancio, falta de energía, hipersomnia o insomnio, desesperanza, visión negativa de la realidad, falta de efusividad en los afectos, falta de ilusión por las cosas, falta de sentido y significado en nuestra vida, irritabilidad, dificultades de concentración, pérdida de memoria, pérdida de interés, dificultades analíticas…

No te maltrates

Nuestro diálogo interior, lo que hablamos en silencio con nosotros mismos, está cargado de mensajes que actúan a modo de ‘instrucciones’ o ‘directivas’ que orientan, dirigen, interpretan y dan significado a nuestras vidas. También afectan a nuestro estado de ánimo. Si el pensamiento que tenemos y las instrucciones o mensajes que nos damos tienen un carácter tóxico, deterioramos nuestra motivación y energía, lenta y progresivamente, hasta un estado que puede ser crítico. Así mismo, lastimamos nuestra autoestima y desenfocamos la visión objetiva de la realidad.

Esta tabla reproduce algunos ejemplos:

Diálogo/mensajes/ Instrucciones

“Debería ser capaz de resolver esto solo/a” “No debo pedir ayuda a nadie” “No debería estar aprendiendo a estas alturas, debería saberlas”

“Tengo que demostrar que soy lo que se espera de mi” “Tengo que satisfacer los deseos de los demás”

“Tengo que ser mejor que los demás”, Tengo que sobresalir”, “Debo destacar”, “Tengo que sacar la mejor calificación”

“No voy a ser capaz de manejar esta situación”, “No puedo soportar esta situación”,

“Es terrible lo que me está sucediendo”; “Es insoportable que las personas se comporten así”; “Es inaguantable lo que está pasando”

“Qué vergüenza el error que he cometido”; “Qué pensaran de mi después de este error”;

Orientación

Exigencia, Culpabilidad, Castigos, Maltratarnos, Ser injustos.

Falta de criterios propios, Depender del reconocimiento externo, No satisfacer nuestras necesidades, Exigirnos sin tener en cuenta nuestras necesidades.

Falta de confianza en mis recursos. Falta de confianza en mi capacidad para vivir el dolor, la frustración y el malestar. Dramatización, exageración

Idealización del mundo: el mundo debería ser… Falta de realismo, falta de ACEPTACIÓN, me empeño en que las cosas sean como yo quiero.

Exageración, Intransigencia, Intolerancia, falta de realismo, Dependencia del criterio externo

Significado

No valoro el aprendizaje como parte de la vida. Hay que ser perfecto y hacerlo todo bien para sentirse satisfecho y ser alguien merecedor de reconocimiento.

Mi bienestar radica en obtener   el reconocimiento de los demás, sin ese reconocimiento voy a sentirme mal.

Lo importante en la vida es el resultado final. Es necesario obtener más que los otros para sentirse admirado y reconocido. Lo que importa es el éxito no el proceso o cómo lo consiga.

Focalizo el problema, no las opciones de solución ni mis recursos y capacidad de aprendizaje. Evalúo de forma poco realista mis habilidades para aprender a gestionar la contrariedad y dificultad.

Me entreno en la evaluación negativa, pesimista y dramática de mi situación, de la vida y de mi capacidad para aprender y superar.

No me entreno en la aceptación, realismo y búsqueda de soluciones.

Evalúo el error como un desastre inaceptable al tiempo que me juzgo según los criterios que me imagino que tienen los otros (se los adjudico, aunque en realidad son míos). .

Todos estos mensajes son una muestra de cómo nos tratamos en nuestro diálogo interior. Como resultado, nos juzgamos, nos castigamos, nos culpabilizamos, nos exigimos, desconfiamos de nuestra capacidad, no nos queremos, no nos cuidamos…: Es decir, nos MALTRATAMOS. Nos relacionamos con nosotros mismos de una forma injusta, intolerante, sesgada, falta de cariño… Ese maltrato, muchas veces inconsciente, otras muy consciente, nos genera un estado de ánimo decaído, nos provoca desesperanza, nos quita energía y nos conduce a la apatía y a la inacción. Es decir, nos produce depresión.

Mensajes ‘realistas’ para el cambio

Puedo cambiar mi diálogo con mensajes mucho más realistas, ecuánimes, sanos, autónomos y eficaces. Por ejemplo:

  • “Puedo lograr muchas cosas que me propongo, otras en realidad no me interesan lo suficiente, aunque socialmente tengan mucho reconocimiento”
  • “Hay información y conocimientos que desconozco y puedo aprender, seguro que me ayudarán a entender mejor el entorno y mis propios sentimientos y conductas” “Tengo todo un mundo por descubrir y una vida para hacerlo”
  • “Tengo derecho a utilizar los recursos que la sociedad pone a mi alcance para mi desarrollo personal” “La vergüenza o los estereotipos no van a ser mis consejeros y no voy a permitir que limiten mi libertad y opciones”
  • “Valoro todo lo que he hecho hasta ahora, lo que soy y lo que hago”
  • “Soy responsable de mi bienestar y por lo tanto soy yo quien decide qué necesito para lograrlo”
  • “Puedo pensar en mis necesidades, qué es lo que realmente me gustaría, al tiempo que respeto las de otras personas, ya encontraré el modo de combinar ambas si es necesario”
  • “Me siento contento/a de haber intentado cosas y de seguir intentándolo”
  • “Voy a disfrutar de lo que hago y también mientras intento algo nuevo”;
  • “Creo que soy capaz de alcanzar objetivos importantes. El camino es más importante que la meta, en el camino aprenderé sobre mí mismo/a”
  • “Voy desarrollando mis criterios, ajustándolos y aprendiendo a vivir”
  • “Habrá situaciones de frustración y seré capaz de aprender a transitar y superar la frustración, el dolor de perder algo o la sensación de impotencia”
  • “Conocerme, estimarme, valorarme como ser humano es un objetivo que conviene no perder de vista nunca”
  • “Confío en mi capacidad de aprender y en mi capacidad de ampliar mis capacidades”
  • “Puedo aprender de los errores, probablemente voy a cometer errores y es bueno que esté abierto/a a verlos y aceptarlos para poder aprender a rectificar”
  • “Me fijaré objetivos y paso a paso aprenderé a ser tenaz, coherente y realista”
  • “No es imprescindible que logre la meta más ambiciosa, lograré objetivos intermedios y disfrutaré de ellos, y aunque no lo logre soy único/a, tengo todo el derecho a quererme y la responsabilidad de estimarme y cuidarme, sin importar lo que logre”
  • “Tengo mucho potencial que puedo desarrollar”
  • “Me mido y comparo conmigo mismo/a, mi referencia soy yo, dónde me hallo y hacia dónde quiero llegar”, “No compito con nadie, esto no es una competencia para sobresalir, es un reto para desarrollar mis habilidades y lograr mis propios objetivos y metas”.
  • “Soy igualmente valioso/a aunque no demuestre nada a nadie, no necesito el reconocimiento de los demás para sentirme bien, solo necesito disfrutar de quién soy, aceptarme, cuidarme y valorar el día a día”
  • “Si no me comparo con los demás, si no compito con ellos, si soy tolerante y respetuoso/a, puedo disfrutar de la compañía de otros; puedo desarrollar vínculos y afectos sólidos y muy satisfactorios”
  • “Puedo buscar consejo, ayuda y apoyo cuando lo crea conveniente, forma parte de mis derechos y de las oportunidades que me quiero dar”

Estos ejemplos de diálogo/instrucciones son mucho más realistas, sanos y eficaces para afrontar la vida cotidiana y orientar nuestra vida. Si entreno este tipo de pensamiento y las conductas asociadas, estaré generando energía, motivación, expectativas positivas, cambio, esperanza, confianza… etc. En definitiva, estaré promoviendo un estado de ánimo energético y proactivo.

Socialización y Aprendizaje

Nuestro diálogo interior es reflejo de las relaciones, los diálogos, expresiones, expectativas, valores y creencias a los que hemos estado expuestos durante la infancia y la adolescencia. Es decir, dependen de factores sociales, tales como el entorno, la cultura (creencias, valores, normas…), la educación, mi posición socio económica, etc.

Hoy ya es evidente para la comunidad científica que hay determinantes sociales promotores de la salud. Esta evidencia rompe por fin con la tradición (tozuda) que defendía como únicos o determinantes los factores causales de carácter genético y biológico, digamos hereditario, o puramente fisiológico.

Superando la vieja dicotomía entre educación vs naturaleza, hoy sabemos qué factores de carácter social son determinantes de la salud (física, mental, emocional, cognitiva, conductual). Hay evidencias de que ciertas condiciones socio económicas determinan el estado de salud de las personas. Por ejemplo, el nivel de ingresos; las condiciones de trabajo; las condiciones de habitacionalidad (vivienda, barrio, asfaltado, agua potable, electricidad, calefacción…); la educación; la red social; la violencia; el abuso; la discriminación; la marginalidad; la situación socio-política (guerras, dictaduras, derechos humanos…); la accesibilidad a drogas; la accesibilidad a delincuencia; etc. Todos estos factores son la causa de que muchas personas estén en desventaja en términos de salud, y por lo tanto puedan desarrollar enfermedades y/o enfrentarse con menos recursos a las dificultades cotidianas y a las enfermedades que surgen.

Si bien estos determinantes sociales son ciertos para todas las sociedades y culturas, sin embargo, cada sociedad tiene sus características específicas con creencias, valores, costumbres, normas, expectativas e instituciones diferentes.

En nuestra sociedad, por poner un ejemplo, los roles y expectativas asociados a hombres y mujeres están cambiando desde principios del siglo pasado pero el reajuste y adaptación del sistema y su interacción con las personas, está causando problemas de salud. También ha cambiado la estructura, modelo y estilo de vida familiar, las actividades de ocio, la imagen pública, las expectativas educativas, académicas y laborales, los sistemas políticos, los derechos laborales, el acceso a la información, los principios y valores, las relaciones en la comunidad… y un larguísimo etc.

Todos estos cambios, originan nuevos retos y ‘presiones’ o condiciones ambientales que requieren conocimientos, habilidades y recursos para poder adaptarse satisfactoriamente. La sociedad no siempre anticipa y analiza los cambios necesarios en los factores y procesos de socialización requeridos para que este reajuste y adaptación sean un logro.

Por esta razón, surgen nuevos retos para la salud pública. Se trata de promover la salud, analizando cuáles son los determinantes sociales que generan salud y cuáles originan la enfermedad.

Factores sociales

Estadísticamente, la depresión es más frecuente en mujeres que en hombres. En los hombres es más habitual la adicción al alcohol y drogas. ¿Qué factores sociales contribuyen a estas diferencias?¿Qué factores sociales promoverían la salud de estas personas? La desigualdad social (clase, género, edad, etnia..) es un factor determinante de la salud/enfermedad.

  • La educación (creencias, valores, actitudes, conocimientos);
  • Las expectativas y estereotipos sociales (valor, riesgo, resistencia física, poder, prestigio… para los chicos; bondad, amabilidad, belleza, generosidad, solidaridad para las chicas) que entran en conflicto con las verdaderas necesidades de cada persona, sus habilidades y sus recursos;
  • Las normas implícitas con sesgo de género: deberes, obligaciones, moral…;
  • La discriminación salarial;
  • Los techos profesionales;
  • Etc.

Si la sociedad promueve creencias, valores y actitudes diferentes respecto a hombres y mujeres, es lógico pensar que las niñas y niños, los interiorizan y construyen ‘estrategias’ inconscientes de afrontamiento para vivir sus experiencias cotidianas.

Por ejemplo:

  1. Un juego con muñecos/as, donde el acento se pone en que las niñas aprendan a cuidar de sus muñecas, no en el juego mismo, nos está enseñando a poner en segundo plano la importancia de ‘disfrutar’ con el juego, haciendo del ‘deber’ y del ‘cuidado’ un mayor protagonismo que el de satisfacer la necesidad de juego, desarrollo y placer de la niña. Lo razonable sería que ambos, disfrute y aprendizaje fueran de la mano para lograr el crecimiento, la autonomía y la satisfacción en la infancia y otras edades.
  2. Educar a las niñas para que sean dóciles y bondadosas, haciéndolas ver que es muy feo que discutan, contradigan o defiendan una idea… puede interiorizarse de distintos modos y generar estrategias distintas de adaptación, pero una de las consecuencias puede ser la ‘inhibición de los propios deseos o pensamientos’ o la ‘indefensión aprendida’. Cualquiera de ellas, puede conducir al desánimo, la falta de confianza en una misma, la desesperanza, la pérdida de ilusión… y la depresión.
  3. Si por el contrario, la sociedad promueve valores asociados a los niños tales como la fuerza física, la necesidad de desapego afectivo, la valentía ante el riesgo, la iniciativa propia, el derecho a pensar en sus necesidades… etc., lo más probable es que en entornos de peligro y con falta de atención y ‘control’ social, estén más expuestos a problemas relacionados con la conducta social, las adicciones, la delincuencia, la criminalidad…

Estos factores sociales, estrechamente vinculados con la educación -juegos, roles, etc.- y desarrollo durante la infancia, pueden determinar que en etapas más adultas las personas se sientan en desventaja para afrontar las demandas de un entorno con reglas diferentes, complejas y exigentes.

Cambios

Siguiendo con los ejemplos anteriores. Las mujeres necesitaran ajustar sus creencias, actitud y conductas ante la necesidad de defender una idea, un proyecto o una estrategia de negocio en el entorno laboral o financiero. Necesitarán poner en cuestión ideas erróneas sobre la imagen que se espera de ellas. Necesitarán aprender nuevas habilidades para poner límites ante los abusos o las injusticias y defender sus derechos. Necesitarán desarrollar nuevos criterios para diseñar sus proyectos y lograr sus objetivos.

En el caso de los chicos, también necesitarán de un reajuste para desarrollar las habilidades necesarias para negociar, dialogar, ponerse en el lugar del otro, respetar, escuchar, comprender sus propias emociones, auto regular conductas, gestionar la frustración y la ira, aprender a posponer gratificaciones, etc. De lo contrario, entrarán en conflicto con el entorno, tendrán problemas para acabar los estudios; les resultará difícil encontrar un trabajo; serán vulnerables a las adicciones más accesibles en su entorno (drogas, alcohol, tabaco, juego, apuestas); abusarán y maltratarán a su entorno (familia, pareja, amigos), etc.

Este aprendizaje necesita del reconocimiento, recursos y apoyo del propio sistema a todos los niveles. De otro modo, la/el joven que se enfrenta al mundo laboral y a las responsabilidades de sus múltiples roles (pareja, familia propia, trabajo, propiedades…) puede sentir que le faltan las herramientas (habilidades, recursos, conocimientos, entrenamiento) adecuadas para afrontar estos retos sin un desgaste, un sufrimiento, frustración y coste excesivo.

Cuando este reconocimiento, recursos y apoyo no se dan -situación muy frecuente-, el temor, la ansiedad, la angustia, la falta de herramientas, la impotencia y la frustración pueden conducir a estados depresivos.

De modo que una sociedad responsable, sana y equitativa, tratará de promover escenarios (entornos, programas, estrategias, acciones, leyes…) que faciliten el desarrollo de la autonomía y el bienestar personal, dotando a todas las personas de un nivel adecuado de socialización a través del acceso pleno y satisfactorio a recursos necesarios como la educación (conocimientos, valores, herramientas), vivienda, trabajo, ingresos, medio ambiente, alimentación…

Impulsividad y Reactividad

¿Qué es una conducta reactiva?

Lo fundamental para identificar una conducta reactiva es la dificultad de la persona para introducir el análisis racional y la auto regulación emocional, entre el estímulo (exterior o propio) y la respuesta que elabora al mismo. Aunque la línea entre una tendencia reactiva y una racional no es absoluta porque se trata de un continuo en el que puede haber actitudes intermedias difíciles de clasificar en una u otra categoría, sin embargo, la tendencia a no utilizar procesos racionales de decisión y auto regulación, definen este tipo de conductas de tipo impulsivo, irracional o reactivo.

Una conducta reactiva, por lo tanto, puede ser el resultado de un impulso nuevo o de un proceso automatizado de impulsividad (hábito irracional de respuesta), ante determinadas situaciones. En cualquiera de los dos casos, la respuesta se produce sin mediar el tiempo suficiente para llevar a cabo una evaluación y análisis racional exprofeso, y como consecuencia, el tiempo para auto regular las emociones.

Por ejemplo: un hijo ante la negativa del padre a su petición de dinero para comprarse unas deportivas, no elabora argumentos razonables y de peso, sino que se enfada y sale de la habitación dando un portazo. En este tipo de respuestas no hay proceso racional (eficaz) de decisión intermedio, no hay mediación cognitiva racional ni tampoco la regulación emocional necesaria para elaborar una conducta pausada y paciente. Se quieren las deportivas (objetivo), probablemente se busca la satisfacción del placer que eso representa (satisfacción inmediata) sin que hayan mediado otro tipo de factores de análisis (conveniencia, pertinencia…). Esta respuesta automática es un hábito adquirido, probablemente desde la infancia. Probablemente no ha aprendido a elaborar los argumentos racionales necesarios para decir que quiere tal o cual cosa, tampoco para evaluar si es conveniente ni para saberlo transmitir y, por último, tampoco para preguntar o escuchar las razones de su padre al negárselo.

Suelen realizar conclusiones muy rápidas y generalmente extremas (de tipo negativo o positivo), que se traducen a su vez en emociones e impulsos reactivos, ya sean negativos o positivos.

Conducta racional

Una conducta racional es aquella en la que entre el estímulo y la respuesta media un proceso racional de análisis: evaluación ecuánime y elaboración de una respuesta coherente con las circunstancias, los valores, principios, necesidades y objetivos, de la persona que emite esa respuesta racional. Este tipo de respuestas también se adquieren a través del hábito.

Estamos hablando de hábitos cognitivos (cómo pensamos); hábitos emocionales (qué emociones provocamos y sentimos); hábitos conductuales (qué conductas mostramos). Los hábitos racionales también se pueden transformar en hábitos automatizados. Lo que sucede en este caso, es que esa automatización del proceso racional nos hace infinitamente más eficaces y ‘sabios’ para interactuar con el entorno y lograr nuestro bienestar.

Como vemos, cualquiera de los dos se adquiere durante la infancia y la adolescencia hasta la edad adulta. Se adquiere a través de los procesos de interacción con los distintos agentes sociales (familia, escuela, amigos, medios…) y los procesos internos de desarrollo cognitivo y emocional.

Rasgos de personalidad

Si durante la infancia-juventud no se adquieren estos procesos racionales de valoración de la situación y elaboración de la respuesta más eficaz, adecuada y coherente, vamos a experimentar dificultades en los distintos escenarios con los que interactuamos. Estas dificultades y las sensaciones que nos van provocando, así como las estrategias que adoptemos, irán conformando nuestros rasgos de personalidad, es decir nuestros hábitos de pensar, sentir y reaccionar.

No obstante, podemos entrenar estos hábitos de adultos. No hay edad para aprender y orientarnos al bienestar. Dicho esto, cuanto más tardemos en abordarlo, probablemente más esfuerzo nos llevará. También es cierto que, a mayor edad, también se madura (más sabiduría) en otros rasgos de personalidad que nos pueden ayudar para compensar las dificultades del enquistamiento debido a los años de malos hábitos. Lo uno por lo otro.

Hay una amplia gama de rasgos que va a depender de cuales sean las estrategias que el niño/adolescente haya ido construyendo y adoptando para relacionarse y adaptarse al entorno con estos déficits de racionalización y regulación emocional. En algunos casos, veremos que la estrategia de una persona puede ser la opuesta a otra con la misma dificultad adquirida.

Algunos de estos rasgos que dificultan las conductas racionales pueden ser:

  • Enfados, peleas o distanciamiento con las personas de nuestro entorno
  • Impulsividad, impaciencia, intolerancia, ansiedad, arrogancia, angustia…
  • Dificultad para elaborar estrategias a medio largo plazo basadas en objetivos y en los recursos, habilidades y esfuerzo personal.
  • Sentimiento íntimo de desconfianza en la capacidad para lograr el tesón y la disciplina necesarios que nos pueden conducir a lograr esos objetivos.
  • Decisiones incorrectas basadas en análisis muy subjetivos, excesivamente rápidos (cuando los hay) y como consecuencia errores que pueden resultar importantes
  • Inseguridad, miedo y temor a equivocarnos, mezclados con obstinación, orgullo y cabezonería que nos lleva a no querer reconocer nuestra falta de evaluación racional.
  • Dificultad para gestionar la incertidumbre, necesidad de señales claras e inequívocas.
  • Rigidez, intransigencia, exceso de simplificación hacia los demás. Estas actitudes se mantienen para justificar el ‘derecho’ a obtener lo que se desea y también para hacer más fácil, cómoda y rápida la respuesta.
  • Por contraste, dificultad para aceptar los límites de ese mismo entorno. No se aceptan ni se evalúan de forma ecuánime y objetiva el derecho y necesidades de los demás si interfieren en nuestros deseos.
  • Inconsistencia, conflictos, falta de criterios sólidos, como resultado de las respuestas no racionales y la necesidad de satisfacer los impulsos o deseos.
  • Aleatoriedad de conductas y emociones, inestabilidad emocional
  • Conductas caprichosas, dificultad para la disciplina, el tesón y el compromiso
  • Desmotivación, apatía, desgana
  • Falta de confianza en uno mismo
  • Baja autoestima, pobre valoración de los logros
  • Fantasías de grandiosidad y poder
  • Dependiendo del grado de auto regulación, la ética y la conciencia, se puede utilizar el maltrato emocional hacia las personas que nos ponen límites o nos contrarían (la venganza, la frialdad, el distanciamiento). En casos más graves, el rencor o la frustración pueden llevar al maltrato físico. En los casos en que además se ejerce algún tipo de autoridad se puede llegar al abuso continuado y la violación de los derechos ajenos.

Estrategias y conductas más habituales

Como decíamos, las estrategias desarrolladas pueden ser variadas. Dependiendo de la combinación, tendremos perfiles de personalidad diferenciados (Personalidad dependiente, narcisista, histriónica, antisocial, límite, evitativa, obsesiva…).

Desde mi punto de vista, y tratando de no hacer uso de etiquetas gnoseológicas, hablaré de conductas sin tratar de clasificarlas en categorías diagnósticas utilizadas por los manuales de psiquiatría. El planteamiento que realizo lo encuentro más útil para que las personas nos podamos identificar de forma libre con unas u otras conductas o actitudes, sin que, la rigidez de los perfiles establecidos nos limiten, coarten o dirijan excesivamente.

Posibles estrategias o conductas:

Culpabilizan al entorno. Generalmente tienen dificultades para aceptar que gran parte del problema está en su falta de racionalidad a la hora de elaborar sus estrategias y conductas. La dificultad suele residir en que no comprenden la relación entre la causa (falta de racionalidad) y el efecto (impulsos, enfados, conflictos, desilusiones, frustraciones…). De modo que al final hacen ‘culpables’ a los demás de su propio malestar y frustración. De ahí que no les resulte difícil encontrar razones de peso para ‘castigar’ a quienes les han contrariado o puesto límites.

Conducta antisocial. Esa culpabilización hacia el entorno les puede provocar rencor, deseos de venganza y justificación para no sentirse comprometidos a cumplir y respetar las normas sociales o los derechos de los demás. Pueden ser deshonestos en beneficio propio.

Dependencia. Les resulta difícil asumir la responsabilidad y temen el dolor y malestar que les puede provocar. Sienten enorme desasosiego ante la posibilidad de reconocer el origen de su problema, de modo que tienden a depender de de alguien para sentirse a salvo de sus problemas.  Pueden temer el abandono o el rechazo ya que tendrían que asumir toda la responsabilidad de su bienestar.

Dramatismo. La necesidad de emociones intensas o de llamar la atención y hacer valer su malestar por encima de cualquier situación le puede llevar a exagerar sus sentimientos y desvirtuar la realidad de sus relaciones o circunstancias.

Atención. Pueden tener conductas provocativas, exageradas, estridentes, peculiares o llamativas tratando de encontrar la atención y reconocimiento constantes de su entorno.

Narcisismo. Su falta de racionalidad para evaluar y aceptar la realidad, así como las contrariedades, la negociación, las necesidades de los otros, los fracasos y decepciones; unido a una necesidad de vivencias intensas y de placer y satisfacción inmediatas, les pueden llevar a la búsqueda de admiración, a una necesidad de sentirse especiales, superiores y a fantasear con el éxito y el poder. Temen la mediocridad, la vulgaridad y la ‘normalidad’. Puede tener fuertes déficits de empatía y tener conductas para manipular a los demás.

Integración. Dificultad para integrarse satisfactoriamente en entornos sociales o laborales donde sea necesario el trabajo en colaboración o interacción con equipos u otras personas.

Conflictos.  Constantes enfados, discusiones , ‘rabietas’ o desilusiones producidas por la frustración de obtener lo que tanto se desea o no obtenerlo ya. Discusiones con la pareja, con amigos o colaboradores. Rencores hacia las personas que ponen límites, cuestionándolas por motivos no contrastados, e incluso realizando contra ellas descalificaciones globales sin ecuanimidad.

Frustración y desánimo. Como consecuencia de los errores y de la falta de un marco propio de evaluación y decisión racional, la persona siente desorientación, confusión, frustración y desánimo. No comprende bien el sistema cultural-social en el que se mueve ni las reglas racionales que lo regulan, organizan y ordenan. No tiene un discurso lógico que le lleve a ver las relaciones entre causa y efecto y sin embargo se mueve en un mundo mágico de correlaciones que interpreta como relaciones de causa-consecuencia. Esto le lleva a no aprender de los errores.

Implicaciones afectivas. Su frustración y desánimo están ligados a sus afectos, siendo muy difícil para estas personas, separar la estima por los demás de las situaciones y conductas que les han producido enfado o contrariedad. Por esta razón, tienden a descalificar a quienes les ponen límites o no les dan lo que piden. Se pueden obstinar y obsesionar. Pueden desarrollar cierta dureza, frialdad e insensibilidad hacia los otros.

Abandono de proyectos. Su frustración, las contrariedades y dificultades que surgen, así como su falta de confianza en sus capacidades o habilidades y recursos, les puede llevar a abandonar proyectos y objetivos que pueden producirles gran satisfacción.

Ciclotimias. Cambios emocionales constantes con subidas y bajadas, pasando de la euforia y la ilusión a la decepción y apatía. Pueden pasar de la ilusión al desánimo con mucha facilidad. Un enfado, una discusión, una decepción a sus deseos les puede provocar un ánimo muy decaído y sentir que se les viene abajo gran parte de su ilusión por las cosas o las relaciones. Suelen cambiar de emociones positivas a emociones negativas con relativa facilidad.

Adicciones. Sustancias, juego, sexo, tv…

Evitación social. Como consecuencia de una auto evaluación poco racional y sesgada, se sienten inadecuados al entorno, pueden ser hipersensibles a la evaluación negativa.

Obsesiones. Se pueden preocupar por muchas cosas. Los déficits en los procesos de racionalización los llevan a desarrollar sistemas de alarmas y alertas innecesarios y poco eficaces. El temor a que pase algo y la dificultad para evaluarlo de forma racional, sumados a una necesidad de seguridad y control, les lleva a desarrollar la meticulosidad, el detalle, los procesos de securización, etc. Se preocupan por los detalles y pueden desarrollar actitudes perfeccionistas que interfieren con su bienestar.

Pautas para trabajar el cambio

  • Entender la causa del malestar, comprender bien los déficits de racionalización en la elaboración de decisiones y conductas. Comprender la relación que estos tienen con las consecuencias personales y en el entorno.
  • Identificar nuestras conductas erróneas, relacionarlas con procesos irracionales concretos.
  • Ponerse objetivos de aprendizaje y entrenamiento del pensamiento racional, concretos, accesibles, fáciles y eficaces con tareas diarias, constantes y a largo plazo.
  • Desarrollar confianza en la capacidad para aprender nuevos hábitos emocionales, cognitivos y conductuales.
  • Desarrollar confianza en las habilidades y recursos propios actuales para afrontar el cambio.
  • Aprender a gestionar el desasosiego y el malestar que provoca el conflicto, la frustración, el miedo o el desánimo.
  • Realizar diariamente escritos donde conste el proceso racional utilizado en cada uno de los objetivos trabajados.
  • Realizar una evaluación diaria, al final del día o al principio del día siguiente, donde conste el grado de eficacia del procedimiento utilizado y los posibles errores o dificultades encontrados. Identificar con claridad dónde se cree que está el error de racionalización (evaluación de la situación o de los recursos, objetivo erróneo, decisión no coherente…)
  • Realizar un reconocimiento diario del esfuerzo utilizado, el tiempo dedicado, los recursos y la actitud proactiva.
  • Eliminar de forma radical la culpabilización del entorno. Entrenar dinámicas en las que, en vez de señalar al otro, nos señalamos a nosotros mismos y logramos identificar alguna conducta que podemos mejorar para sentirnos bien en esa situación. Entrenar para hacernos independientes y autónomos de los demás.
  • Para entender el modelo e iniciar el entrenamiento en hábitos racionales podemos recurrir a libros de autoayuda que podemos buscar en internet o, preferiblemente que estén recomendados por profesionales expertos en la materia. Este tipo de libros, por lo general suelen contener en el título la referencia a conductas disruptivas o impulsivas (el pensamiento racional, guía para una vida racional, entrenar la auto regulación y las conductas eficaces, como aceptar los límites, aprender a aceptar un no, aprender a convivir con las dificultades, aprender a gestionar la contrariedad, etc.).  También podemos recurrir a la consulta de psicología donde nos guiarán y acompañarán con eficacia durante el proceso de cambio.

Amor, Autonomía y Autoestima

Si te portas bien te querré

Muchas personas tenemos grabada esta frase en nuestras neuronas, la hemos oído desde nuestros primeros días de vida: “Qué bueno es este bebé que no llora, es imposible no quererlo”; “Qué bien se porta este bebé, si es que es un amor”; “Cuando te portas bien, te quiero mucho”; “Da gusto lo aplicada y responsable que es, la queremos mucho”, etc.  En síntesis, este planteamiento es el opuesto al del amor [incondicional], maduro y responsable, que es sólido, estable, que nos sostiene y nos prepara para desprendernos, y que nos ayuda a crecer con límites y autoridad para afrontar la realidad y adquirir autonomía sin angustias ni ansiedades (Cucco García, 2010).

Utilizo el término ‘amor incondicional’, a pesar de que se podría interpretar erróneamente, por ejemplo en el marco del psicoanálisis, en el caso de asimilarlo con los mimos continuos de los educadores (Freud, 1911). Aclaramos que desde nuestro planteamiento el amor incondicional, no significa mimar incondicionalmente, significa la constancia del afecto y el interés hacia las necesidades del otro. De modo que aunque pongamos límites y con ello brindemos la oportunidad de establecer el principio de realidad; o incluso nos enfademos, el afecto sigue intacto, pero se muestra innegociable, responsable y eficaz en la gestión de los lugares de cada uno, en función de las necesidades de ambas partes (Cucco García, 2012).

El amor como transacción

Los ejemplos anteriores vienen a ilustrar que muchos hemos crecido dentro de la confusión entre el concepto de amor y el concepto de recompensa, de modo que nuestra subjetividad afectiva se ha configurado en un escenario de intercambio: tanto vales, tanto te doy; así te portas, así te quiero. Esta configuración nos cosifica, nos aleja de aprender a amar y nos sumerge en la dinámica de la transacción, la evaluación y la valoración por logros. En definitiva, nos impide crecer afectivamente con aceptación y bienestar, porque nuestra recompensa afectiva siempre estará sometida al examen de nuestra conducta. Parece que esta cosificación no es nueva, Fromm (2006, pg, 69) señala que el Renacimiento fue la cultura de una clase rica y poderosa, que en su despiadada lucha por conservar el poder y vencer a los competidores de su propia clase, envenenaron su relación con el yo propio y su sentido de la seguridad, tornándose en objetos de manipulación para sí mismos, como lo eran para ellos el resto de las personas, logrando con ello fuerza, sí, pero también aislamiento, duda y escepticismo y, como consecuencia, angustia (Fromm, 2006).

Este afecto/amor por recompensa no nos ayuda a responsabilizarnos de nuestras actitudes y conductas, ni a establecer unos principios morales propios y autónomos, porque estará referido al logro del cariño o el afecto de otras personas. Conviene mantener la existencia de afecto/amor en el vínculo al tiempo que se establecen o actualizan las normas, se aplican los límites, o se gestionan los distintos lugares. La recompensa por méritos ha de situarse en que el bebé (niño, adolescente, adulto) aprenda a disfrutar de la propia satisfacción por haber logrado los objetivos, y ha de ser independiente del afecto ajeno y propio. El afecto/amor en el vínculo ha de ser incondicional y constante, mientras que la autoridad ha de pronunciarse -sin perder la calidez o el sostén del afecto- siempre que sea necesario señalar límites y establecer o recordar normas y sus consecuencias. De hecho, poner límites desde la autoridad (no autoritarismo) es ejercer el interés y el respeto por las necesidades de ambos, es decir, se trata de afecto/amor.

Desde el modelo de autoestima por recompensa, a medida que vamos creciendo, conjugamos el verbo del amor condicional en primera persona: “Si alcanzo logros, valgo y merezco mi estima”, por lo tanto, habremos incorporado una noción de autoestima basada en la auto recompensa por los logros y éxitos alcanzados. La confusión nos va a acompañar de adultos, probablemente, hasta que el malestar nos resulte insufrible o nos impida una vida razonablemente satisfactoria. Mientras tanto, viviremos pensando, sintiendo, actuando y evaluándonos, como si para ser amado y amarnos a nosotros mismos, hubiera que satisfacer ciertos requisitos como saber hacer ciertas cosas, obedecer, estudiar, lavarse los dientes, ser listo, ser educado, etc. Aquí aplica muy bien el dicho ‘de aquellos polvos, estos lodos’. ¿Qué consecuencias tiene esta confusión para la persona y para la sociedad?

Los problemas psicológicos

El déficit de autoestima en la actualidad es uno de los problemas más frecuentes que motivan las consultas en psicología, junto con la desesperanza, el ánimo inestable, la apatía, la hipocondría, problemas de sueño y/o alimentación, sensación de vacío (ausencia de proyectos, crisis de ideales y valores…)  (Hornstein, 2006). Como certeramente señalaba Wright Mills, este problema no es por lo tanto un problema individual, sino un problema social, dado que lo sufren muchas personas (Wright Mills, 1978). La amplitud del problema requiere que nos preguntemos, por ejemplo, cuáles son las condiciones sociales que pueden estar generando esa específica vulnerabilidad.

Creemos que solo es posible afrontar y solucionar el déficit de autoestima, así como el sufrimiento de la persona, adoptando una mirada que abarque el recorrido completo de la construcción del sujeto y su subjetividad en la sociedad actual, desde los principios o valores culturales que definen qué ‘debe ser’ la autoestima; hasta las estructuras sociales (política, familia, medios de comunicación, escuelas) que sostienen y reproducen esos modelos; deteniéndonos en las micro dinámicas de la vida cotidiana[1], durante las cuales, se enuncian, materializan, transmiten y metabolizan dichos mandatos sociales (Cucco, Mirtha; Códova, Dolores; Rebollar, 2010; Hornstein, 2000b).

Consecuentemente, para abordar su análisis y tratar de comprender los mecanismos que lo producen, adoptamos una perspectiva socio-psicológica, que nos ilumine los procesos de intersección entre la cultura social que define el estilo de vida, y la construcción de una subjetividad que se constituye, nutre y entrena para adaptarse a ese estilo (Hornstein, Luis, 2010).

Autoestima, sociogénesis o biogénesis

Quizás, antes de abordar la definición, conviene despojarse de la ingenuidad que impregna la idealización sobre la esencia natural del ser humano. El ser humano no es inteligente, sabio o bueno por naturaleza. El ser humano es un ser social, con una ‘pata’ en la historia, la evolución y la naturaleza y la otra en la cultura social en la que nace, crece, se desarrolla y adapta. La autoestima -como constructo cultural- también va a depender de qué significado demos a este rasgo, actitud, habilidad, concepto… o como queramos denominarlo, como diría Hornstein, en última instancia, también es una categoría política (Hornstein, 2010).

A muchos pudiera parecernos que, de algún modo, nuestra autoestima está ligada o determinada por los genes. Por ejemplo, si pienso que ‘soy un inútil’ porque tengo cierta torpeza con el cálculo mental, probablemente relacione esta dificultad con algún gen (“se descubren genes para casi todo” (Hornstein, 2000a)) y, desde el modelo de autoestima ‘tradicional’ piense que no valgo desde que nací. Esta percepción es una ilusión provocada, de una parte, por la confusión mencionada (amor-recompensa) y de otra parte, por una trampa del discurso biologicista. Ambas circunstancias confluyen y se alían -queriendo o sin pretenderlo- con ‘el poder’ y su necesidad de control; produciendo un discurso que nos mantiene súbditos de las inexorables fuerzas de la naturaleza y el destino escrito en nuestro ADN.

De ese modo, se dificulta que accedamos a la emancipación psicológica, a la plena autonomía y a la plena responsabilización de nuestra vida y nuestro bienestar para poder alcanzar un estatus de protagonismo de los cambios y transformaciones, desde donde diseñar nuestro currículo vital, nuestra sociedad y sus instituciones, así como crear nuevos conceptos y proponer nuevas definiciones, etc. En el caso que nos ocupa, la emancipación en relación al destino significa cuestionarnos que la autoestima esté determinada por nuestros genes y que la definición de auto estima tenga un carácter universal de verdad e inamovible.

Pongamos las cosas de otro modo: La humanidad es cultura actualizada e incorporada en la biología. Conocemos que el desarrollo del lenguaje y otras habilidades cognitivas y sociales, han dado forma a la expresión genética y su herencia, modificando conexiones neurológicas; generando áreas como el córtex y neocórtex; influyendo en el sistema inmune según hábitos culturales, etc. – (National Academy of Sciences, 2006).

  • La cultura, por lo tanto, se incorpora en la expresión de los genes -aún no sabemos si también en el ADN mitocondrial; esa cultura activa, o no, determinados genes, según la estimulación a la que es expuesto el bebé o el adulto (Ej.: efectos de la nutrición, hábitos, la higiene…). (Goldman, 2021)
  • La humanidad, y las personas que la componen, son cultura actualizada e incorporada (materializada en el cuerpo) en las relaciones entre madre y bebé, a través de los cuidados, la protección, la nutrición, el contacto, las caricias, las palabras, las expectativas, las normas… (Cucco, 2004; Hornstein, 2000b)
  • La humanidad es cultura actualizada e incorporada en las instituciones (familia, colegio, política, justicia, mercado laboral, finanzas, etc.) (Harris, 1996).
  • La humanidad es cultura actualizada e incorporada en la subjetividad de cada individuo (creencias, expectativas, esquemas de conducta, miedos, exigencias, estilos afectivos, deseos, habilidades…) (Fromm, 2001).

Dentro de esa corriente cultural fluida y cambiante, cada sociedad construye su estilo de vida. En esa construcción social participamos todos, por activa o por pasiva, consciente o inconscientemente, como protagonistas o como observadores, como precursores o como víctimas, como legadores o herederos, como bebés o como adultos. Esta diversidad tiene como consecuencia que, en la realidad cotidiana, el ‘diseño’ del estilo de vida no nos afecta a todos por igual. Solo una minoría participa de forma consciente, algunos para perpetuar ciertos privilegios, otros son protagonistas de propuestas de transformación, mientras que la mayoría, imprescindible para sostener el sistema, participa bebiendo del modelo, metabolizándolo y reproduciéndolo (valores, consumo, educación, ideales, trabajo…).

Autoestima por recompensa

Volviendo a la autoestima, el diseño de una sociedad competitiva, individualista, materialista, desigual y meritocrática, que, además abandera el concepto de autoestima por recompensa, va a fomentar diferencias en la capacidad y habilidades para acceder al bienestar psicológico, privilegiando a aquellos que, o bien logran reunir ciertos requisitos (aunque puede ser de carácter temporal, en el momento en que los pierdan), o bien acceden al conocimiento y se emancipan.

Con esta confusión, el mensaje que la sociedad nos transmite es: ¿qué debemos hacer para estimarnos? De modo que construye nuestro currículo para obtener recompensas como si eso constituyera nuestra autoestima. En este profundo error, la definición actual entiende la autoestima como la satisfacción de expectativas que uno cumple sobre sí mismo. Las expectativas están referidas a la realización de proyectos, objetivos, tareas, anhelos, etc. que, obviamente, provienen del imaginario social. Desde este planteamiento, cuantas más expectativas cumplo, más me debería estimar.

Este ‘diseño’ o imaginario social está presente en cualquier interacción social, y se refuerza y actualiza a través del consumo, la inmediatez, el miedo, la obediencia, y la falta de autonomía. Este imaginario social impregna la educación, las relaciones, el ocio y los proyectos de vida, generando en los sujetos inestabilidad emocional, impaciencia, falta de confianza en sus recursos, vaciamiento de sentido, impulsividad, adicciones, etc. En definitiva, consciente o inconscientemente, contribuimos a una sociedad que promueve subjetividades que se definen por un déficit afectivo, labilidad, fluctuaciones, inseguridades, dependencia, tristeza, vaciamiento, angustia, etc. En definitiva, un sujeto que no sabe amar y no se ama, un sujeto que busca con angustia porque quiere poseer el elixir del bienestar, que otros aparentan tener o tienen, pero no sabe cómo obtenerlo.

Como indicábamos, la definición de autoestima basada en la recompensa de méritos es errónea porque se basa en la evaluación de logros, no en el afecto por uno mismo. Sin embargo, estamos educándonos según sus parámetros y sus dictados, de modo que la mayor parte de las personas que siguen estas consignas, acaban con muy baja autoestima o con una falsa autoestima. Es decir, o se sienten un trapillo o se sienten semi dioses y prepotentes. No podía ser de otro modo, porque en realidad, no se han ocupado de la autoestima.

Instrumentos de desafecto

En ambos casos, es un falso amor por sí mismos, no es amor lo que sienten, sino cosificación: se convierten en instrumentos desafectos de sí mismos, se tratan como si fueran una herramienta para lograr un fin. En algunos casos lo consiguen (siquiera temporalmente), en otros casos no. Esta diferencia va a generar en ambos casos individuos con una enorme labilidad y vulnerabilidad. El que logra expectativas (fama, éxito, logros económicos o profesionales, etc.) porque en el momento en que cualquiera de esos logros desaparezca, también desaparecerá su falsa autoestima. El que no lo logra porque se sentirá excluido del paraíso y extraerá la conclusión de que no vale lo suficiente.

La auto cosificación, por lo tanto, es el error de convertir un currículo afectivo en un currículo de habilidades. Donde toca invertir afecto, aceptación, cuidados y respeto por uno mismo; se invierte en planificación y esfuerzo para modelar, entrenar y adaptar la propia ‘maquinaria’ a las demandas socio económicas.

Con esta exposición no pretendemos ni insinuamos que haya que anular o desterrar el currículo de habilidades, en absoluto. Ambos currículos pueden y deben coexistir, pero delimitados, saneados de interferencias y bien definidos. De ese modo, autoestima (que solo puede ser sana) constituirá una persona afectivamente sólida, asertiva, estable, autónoma y con bienestar. El currículo de habilidades promoverá una persona capacitada para moverse en la sociedad, tanto en sus relaciones familiares, profesionales como institucionales o de amigos.

Definición de autoestima

Como afirma Luis Rojas Marcos, ni siquiera en la comunidad de psicólogos y psiquiatras u otros especialistas del ramo hay unanimidad sobre lo que es la autoestima (Rojas Marcos, 2007). En nuestra propuesta, queremos dar un vuelco al actual concepto de autoestima. Queremos pasar del concepto de autoestima como recompensa, al concepto de autoestima como aceptación, pero vamos por pasos, veamos primero algunas definiciones y descripciones de autoestima.

  • “Valoración generalmente positiva de sí mismo/a” (Real Academia de la Lengua Española (RAE), n.d.)
  • “Quien se aprecia y valora a sí mismo” (Castanyer, 2004)
  • “Una forma de definir la autoestima es verla como aquella que favorece el bienestar y el buen funcionamiento psicológico” (Roca, 2005)[2]
  •  “Es el sentimiento, placentero de afecto o desagradable de repulsa, que acompaña a la valoración global que hacemos de nosotros mismos[…] “Es una autovaloración intelectual y afectiva que se basa en nuestra percepción […] (Rojas Marcos, 2007).[3]

Los fundadores de la llamada Escuela Humanista, Rogers y Maslow, utilizan el concepto de auto realización, para referirse a la autoestima. Entendemos que la auto realización también se basa en metas, objetivos y logros, por lo que no se trataría de un afecto incondicional, sino de una estima propia condicionada a logros. La diferencia con otros autores puede hallarse en que las metas que proponen tienen un elevado componente humanista (proyecto vital, cooperación, tolerancia, aceptación, respeto, etc.). Nos hallaríamos, por tanto, en un paso intermedio entre un concepto de autoestima como recompensa y autoestima incondicional.

Siendo conscientes de que hemos escogido a muy pocos autores para ilustrar el concepto de autoestima, en resumen, podríamos decir, que existe una tendencia a definir la autoestima como valoración positiva de uno mismo. No obstante, en dos definiciones no explicitan en qué se basa esta valoración. Elia Roca sí describe la valoración, y la relaciona con la plena aceptación. Otra excepción es Rojas Marcos, en cuyo caso la auto estima está condicionada al logro de ciertos requisitos. Frente a esta concepción, hay voces críticas, entre las cuales nos hallamos. Estas voces críticas, apuntan a una autoestima incondicional. A continuación, se exponen algunas de estas críticas.

En primer lugar, citamos a Albert Ellis y Robert Harper, que plantean algunos principios o filosofía de vida para el bienestar, donde con claridad contraponen el concepto de autoestima al concepto de aceptación, defendiendo este último como principio de bienestar. “Aceptarse uno mismo significa aceptarse plenamente, aceptar la propia existencia, y el derecho a vivir y a ser tan feliz como resulte posible, a despecho de qué características tenga uno o cuál sea su actuación. Esto no significa autoestima, confianza en uno mismo o respeto por sí mismo, puesto que todos estos términos suponen que usted se acepta porque hace algo bien o porque resulta del agrado de otras personas. La aceptación incondicional de uno mismo significa que usted se acepta porque está vivo y ha decidido aceptarse […]. Sólo un número relativamente limitado de personas con talento, inteligentes, competentes y queridas pueden granjearse una alta autoestima[4] o confianza en sí mismas. La aceptación de uno mismo está destinada a todo el mundo, por cuanto uno decide simplemente tenerla.” (pg. 147) (Ellis, Albert; Harper, 2003)

Eric Fromm (pg, 131-132), parte de la definición de amor como “una cualidad que se halla en potencia en una persona y que se actualiza tan sólo cuando es movida por determinado ‘objeto’ […] El amor hacia una persona implica amor hacia el hombre como tal. […] De ello se sigue que mi propio yo, en principio, puede constituir un objeto de amor tanto como otra persona”. Para este autor, el cariño genuino y la autoafirmación de la autoestima logran la seguridad interior del individuo. Fromm Diferencia entre egoísmo como forma de codicia, un pozo sin fondo, insaciable, incapaz de lograr la satisfacción; y el narcisismo, que se ocupa de la admiración de sí mismo y no de obtener cosas para sí (pg. 133) (Fromm, 2006).

Condicional o incondicional, podemos comprobar que la definición de autoestima, como tantos otros conceptos, no es una verdad universal y absoluta, es un constructo social, es decir, forma parte de los vaivenes culturales, de la perspectiva adoptada, del paradigma científico… es decir, depende de un tiempo, una sociedad y una forma de ver y representar la vida.

En buena lógica, la estima es siempre positiva, lo que estimo recibe mi aprecio, si no lo estimo, tampoco lo aprecio y, por lo tanto, no estaríamos hablando de estima, si no de rechazo. De modo que cuando hablamos de autoestima, convendría referirse a un afecto positivo por nosotros mismos, con independencia de cuales sean los motivos de aprecio. Entonces, podríamos diferenciar entre autoestima y auto rechazo. También podríamos diferenciar entre sana autoestima (funcional, equilibrada, ajustada) y autoestima insana (disfuncional, tóxica, excesiva, narcisista, etc.). Por ejemplo, una persona vanidosa y soberbia aparentemente tiene un exceso de autoestima, aunque bien pudiera ser que su déficit de autoestima le llevara a no aceptar sus limitaciones y pretender compensar sus déficits (Hornstein, 2006).

Para finalizar este epígrafe, señalamos algunos conceptos que requieren de una mayor discriminación, dado que parecen ser utilizados indistintamente: autovaloración, autoevaluación, auto realización y aceptación. Sin duda es un campo que reclama atención y estudio, pero que está fuera del alcance de este trabajo.

Apreciar y amar

Qué es el amor y cómo se ama. En qué se diferencia del aprecio, el afecto o la estima. Transcribimos algunas definiciones para identificar las diferencias más obvias, todas ellas extraídas de la RAE.

  • Amor: “Sentimiento de vivo afecto e inclinación hacia una persona o cosa a la que se le desea todo lo bueno”
  • Afecto: “Sentimiento favorable hacia alguien o algo; especialmente, aprecio, cariño o amor moderado”
  • Aprecio: “Valoración que se hace de una persona o una cosa por su calidad o mérito”

Comprobamos que lo que diferencia en mayor medida el amor y el afecto es la intensidad. En el caso del aprecio, incorpora el condicionante de calidad o mérito del objeto apreciado. Se puede afirmar que todos ellos son actitudes de gran utilidad para la convivencia social, porque todos ellos actúan como armonizadores o mediadores de las diferencias, los conflictos de interés, y los miedos. Son especialmente útiles para evitar los prejuicios y la discriminación, los recelos y el mal trato.

Tanto el amor, como el afecto o el aprecio y la estima generan bienestar, liman diferencias, mejoran el clima, permiten la negociación, facilitan la convivencia, diluyen asperezas, generan tolerancia, mejoran la asertividad, permiten la pluralidad y el debate, y un largo etcétera.

La vivencia del afecto, o del amor es subjetiva, es social e intersubjetiva, y es reflexiva. Dicho de otro modo, el sujeto puede tener amor y tener afecto; puede amar a otros o sentir afecto por otros,  pueden darse afecto y amarse recíprocamente, y también puede amar y sentir afecto hacía sí mismo. El amor y el afecto son capacidades potenciales que se pueden desarrollar en distinto grado y con diferentes resultados. Ni todo el mundo sabe amar, ni todo el que ama, lo hace siempre del mismo modo.

Saber amar (autonomía)

Aprender a hacer las cosas es el proceso de adquisición de la autonomía. Autonomía, etimológicamente significa propio y regla (auto nomo). Es decir, tener criterio o reglas propias, en definitiva, saber hacer y hacer desde los criterios propios. Aprender a amar forma parte del camino de la autonomía afectiva.

Saber amar es aceptar, cuidar, respetar, poner límites para crecer, potenciar, no juzgar, no culpabilizar, hacer las cosas con afecto positivo; dar sentido ‘humano’ a lo que hacemos. Este saber amar se aplica a los demás y a uno mismo. Amar es interesarse por el bienestar de la persona y desear que pueda obtener el máximo posible. Para que esto sea posible, amar significa muchas veces facilitar, ayudar, colaborar, contribuir, orientar… pero no sustituir la responsabilidad de la persona o sobreproteger. Del mismo modo, amar significa estar atento a las necesidades para que sea posible ese bienestar. Tanto la negligencia como la sobreprotección nos indican formas de amar poco sanas, tanto para los adultos como para los niños, como entre los propios adultos, generando dependencias y co-dependencias.

La autonomía afectiva, significa haber creado la estructura emocional, ética y cognitiva para relacionarnos con los demás y con nosotros mismos desde esos valores y principios. La autonomía afectiva significa que nuestros actos estarán marcados por nuestros valores y principios de forma coherente, y no por el qué dirán, o por objetivos materiales, de manipulación, cosificación, instrumentación o cortoplacistas, o por miedo al rechazo, etc.

La autonomía afectiva ha de potenciarse desde la familia, el colegio, los grupos y en general cualquier entorno social. La forma de potenciar esta autonomía afectiva es a través del amor incondicional de los padres, así como del afecto constante, estable y sólido por parte de otras instituciones y grupos sociales. Como en este caso lo que varía es la intensidad, lo importante es su incondicionalidad, su consistencia y su estabilidad.

Conviene no confundir situaciones que pueden llevar a actitudes y conductas erróneas, donde un comportamiento inadecuado, por ejemplo, nos lleva a retirar el afecto de la persona. Un comportamiento indeseado requiere de una actitud firme pero respetuosa y cálida, donde pongamos límites y señalemos el error o la transgresión y sus consecuencias. La retirada de afecto en estas circunstancias solo tiene consecuencias negativas porque genera sentimiento de inseguridad afectiva, creando vínculos inestables y quebradizos, fomentando el sentimiento de vulnerabilidad. Por lo tanto, ayudar a crecer va de la mano del afecto incondicional junto con la inseparable autoridad que pone límites, y junto a la potenciación de la autonomía, de modo que el niño o niña, aprenden a hacer por su cuenta, todo aquello que son capaces de hacer, dentro del marco afectivo sólido, estable e incondicional (Cucco García, 2012).

Autoestima (Amarse a uno mismo)

De este modo, el/la bebé aprende a ser y sentirse querido, constituyendo su propia actitud y autonomía afectiva. El hecho de sentirse seguro y querido, a la vez que estimulado y con creciente autonomía, le va a producir un estado afectivo positivo, que invierte en todo lo que hace y experimenta, potenciando la confianza en sí mismo y la seguridad en el afecto de los demás. Progresivamente, interioriza ese modelo afectivo, como forma de estar, sentir y actuar. Ese estilo afectivo sólido, estable e incondicional estará en sí mismo, y lo proyectará hacia sí y hacia los demás. 

La autonomía afectiva también se expresa en la autoestima. Esta autoestima implica que me trato según los principios humanistas, es decir, me estimo y amo porque soy un ser humano, por el mero hecho de existir. Me estimo porque valoro mi vida, sin necesidad de referirme a logros o evaluar cualidades, recursos, capacidades o habilidades. La estima propia anclada en los valores humanistas es incondicional.

Esta autoestima me permite tener una actitud positiva hacia mi entorno, mis proyectos vitales y mi crecimiento personal. Al contrario de lo que se piensa, la autoestima no es el resultado de lograr cosas, evaluar esos logros y compensarme con afecto, conviene que la autoestima preceda o acompañe cualquier aprendizaje, meta, objetivo o tarea que me proponga. Con una sana autoestima, incondicional, no dependiente de logros, los logros son mucho más satisfactorios porque tienen sentido en sí mismos, ya que no son meros mecanismos para lograr afecto. Por regla general, una sana autoestima, conduce a selección de objetivos coherentes con mi bienestar, y a una planificación razonable y sana.

Por el contrario, una autoestima condicionada a los logros, va a potenciar que la selección de objetivos que quiero lograr este orientada por el significado que dé a la recompensa en autoestima a mis méritos; y los objetivos se elijan según la medición y cálculo de méritos. Esta actitud puede llevarme a no evaluar de forma realista mis recursos, incurriendo en una posible ansiedad o estrés, debido a un sobre esfuerzo, la autoexigencia o la competitividad, entre otros factores. Todo ello, puede provocar que alguno o ninguno de los objetivos sea coherente con mis necesidades y mi bienestar. De modo que, aunque logre una autoestima por recompensa de méritos, es muy posible que también obtenga una sensación de cierta dispersión, vacuidad e incluso algún malestar físico, derivado del estrés y la ansiedad.

Resulta grato terminar con una reflexión opuesta al planteamiento que iniciaba este escrito: Me quiero porque estar vivo/a es lo más importante que me ha podido pasar. Me interesa mi vida porque es un potencial de experiencias. Me respeto y cuido porque es el mejor recurso que tengo para relacionarme con el mundo. Estoy atenta a mis necesidades porque mi bienestar depende de que las atienda y satisfaga. Me escucho y atiendo porque es el único modo de vivir con plena conciencia y ser coherente con mi bienestar. En definitiva, mi autoestima es parte fundamental de mi vida y mi bienestar, me acompaña allá donde estoy.

Bibliografía

Castanyer, O. (2004). La asertividad expresión de una sana autoestima. Descleé de Brouwer, S.A.

Cucco, Mirtha; Códova, Doloroes; Rebollar, M. (2010). La intervención sobre los malestares de la vida cotidiana. Aportes de la metodología de los procesos correctores comunitarios. Nuevos Escritores.

Cucco García, M. (2010). Cosas del chupete. Revista Pasitos, 34, 6–7.

Cucco García, M. (2012). Proceso de crecer, autonomía y límites. Un tema a debate. Revista La Fuente, 50, 7–9.

Cucco, M. (2004). Algunos puntos de partida y los tres organizadores básicos de la subjetividad. Www.Procc.Org.

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Hornstein, L. (2000b). La subjetividad y lo histórico- social. Hoy y ayer, Piera Aulagnier (p. 15).

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Rojas Marcos, L. (2007). La Autoestima. Espasa Calpe, Madrid.

Wright Mills, C. (1978). La Imaginación Sociológica (Issue 41, pp. 41–48). Fondo de Cultura Económica.


[1] El centro Marie Langer, en Madrid y otras ciudades, ofrece programas de intervención comunitaria basados en este enfoque.

[2] (Roca 2005), mantener una autoestima sana implicaría: • Conocernos a nosotros mismos, con nuestros déficits y también con nuestras cualidades y aspectos positivos. Para ello, habría que reducir al mínimo nuestras distorsiones o «puntos ciegos» (características personales de las que no somos conscientes). • Aceptarnos incondicionalmente, independientemente de nuestras limitaciones o logros, y de la aceptación o el rechazo que puedan brindarnos otras personas, aunque procuremos ir mejorando lo que dependa de nosotros. • Mantener una actitud de respeto y de consideración positiva hacia uno mismo. • Tener una visión del yo como potencial, considerando que somos más que nuestros comportamientos y rasgos, que estamos sujetos a cambios, y que podemos aprender a dirigir esos cambios, orientándonos a desarrollar nuestras mejores potencialidades. • Relacionarnos con los demás de forma eficaz y satisfactoria.

[3] “Según nuestras prioridades particulares, a la hora de valorarnos podemos incluir una amplia gama de factores; desde la habilidad para relacionarnos con los demás, hasta la apariencia física, pasando por rasgos de nuestro carácter, la capacidad intelectual, la aptitud para llevar a cabo ciertas actividades que valoramos, los logros que cotizamos, las cosas materiales que poseemos, o la alegría que en general sentimos en la vida cotidiana”

[4] Albert Ellis realiza una crítica del concepto tradicional de autoestima por considerar que en realidad hace referencia a una evaluación constante de exigencias con uno mismo, teniendo como referentes los dogmas y exigencias externas.

Disfunción eréctil

El problema y la solución.

Este artículo surgió con motivo de la invitación del equipo de La Ventana en la Cadena Ser a participar en un segmento presentado por Carles Francino, a quién agradezco su cordialidad y la oportunidad de expresar algunas de estas ideas. Si deseas escuchar el audio de la intervención, este es el Link a la intervención.


1. Alivio o solución

Propongo iniciar esta reflexión con una distinción entre alivio de un problema y su solución. El alivio no resuelve la raíz del problema, que sigue existiendo, mientras que la solución sí. En aquellos casos en los que el problema no tiene solución (p.ej.: enfermedades neurodegenerativas), el alivio puede ser un buen paliativo. En este caso, la medicación puede contribuir a restablecer cierto equilibrio, y quizás a un mayor bienestar de la persona. Más adelante veremos que el bienestar es algo más complejo que la satisfacción de un deseo[1].

Sin embargo, para la inmensa mayoría de casos, en los que la disfunción eréctil sí tiene solución, es necesario otro enfoque (Wieder, Stanley E; Althof, 2004).

En consulta vemos con mucha frecuencia que el uso de paliativos puede contribuir a ocultar y cronificar la disfunción (psico-social), así como otras disfunciones (eyaculación precoz), y algunos problemas de relación y pareja (Potts, A; Gavey, N. Grace, V; Varey, 2003). A lo que hay que añadir otros efectos secundarios (Babos, Benjamin P; Smith, 2021; Medicine, 2018) e incluso el fenómeno del poli-consumo en sesiones de ‘chemsex’ (Soriano et al., 2020)[2]

A pesar de estos y otros hechos, el sildenafilo y otros compuestos, han tenido un extraordinario éxito.

Inmediatez, accesibilidad, facilidad y eficiencia, son solo algunos de los factores que han contribuido al éxito social de estos compuestos. La conocida ‘viagra’ o píldora azul es bien recibida por millones de hombres que padecen alguna tipología de disfunción eréctil (vascular, hormonal, neurológica, psicológica o psico-social), y por amplios sectores de la sociedad (medios, medicina, instituciones, ciudadanos y ciudadanas…)[3].

Hay que decir, no obstante, que en consulta[4] podemos comprobar cómo una considerable -aunque mínima- y saludable parte de los hombres desean tratar su disfunción sin recurrir a fármacos o paliativos, abordando desde la psico educación las causas reales del problema, propiciando la autonomía de sus decisiones y restableciendo su bienestar, a través de opciones como la psicoterapia, psicoeducación, educación e información sexual, etc. (Esposito, K; Citotloa, M.; Giugliano, F.; Giugliano, 2009).

Sin pretensión de exhaustividad, comprender algunas causas del éxito de un producto resulta de gran utilidad para entender la naturaleza de nuestros problemas y nuestras verdaderas necesidades, así como para desarrollar soluciones allá donde es posible, en lugar de conformarse con paliativos y sus efectos secundarios.

El conocimiento compartido sobre el malestar, la reflexión colectiva e individual y aportar soluciones realistas, son objetivos de este artículo. La autonomía (que no el individualismo) y el bienestar (que no el hedonismo) inspiran estos principios, como valores de una sociedad más sana, equilibrada y sostenible. En definitiva, hablamos de una perspectiva comunitaria, en la que el protagonismo es de cada persona y del propio grupo social (familia, grupo formativo, amigos, etc).

Quiero utilizar este espacio para mencionar mi grato encuentro con el trabajo comunitario (teórico, metodológico y de intervención) que realiza el equipo del centro Marie Langer[5]. A través de sus textos y de los talleres que imparten he podido disfrutar de una gran coincidencia en nuestros planteamientos al analizar el malestar del individuo, su génesis y las posibles soluciones.  No es casualidad que, partiendo de ‘escuelas’ y trayectorias profesionales distintas[i] , exista una convergencia en la perspectiva de la construcción social de la personalidad y su subjetividad, los problemas sociales e individuales, así como algunas propuestas de solución

También quiero expresar desde aquí mi reconocimiento por algunos conceptos de su aportación teórica y metodológica que he integrado en mi análisis, por resultar de mucha ayuda en la explicación y comprensión de la problemática que abordo.[6]

2. El caldo de cultivo para generar el problema

El problema de la disfunción eréctil y el éxito de la píldora azul tienen lugar en un contexto cultural específico, con ciertas peculiaridades, y con unos antecedentes. Ambos fenómenos, problema y paliativo, comparten ingredientes en su formula, de ahí el éxito del medicamento.

Uno de los ingredientes básicos de esa fórmula es la sustitución del principio de bienestar por el principio de hedonismo. El bienestar requiere la satisfacción de las necesidades físicas, psicológicas y sociales, de forma integrada y equilibrada; mientras que el hedonismo sería la búsqueda de la satisfacción inmediata de cualquier deseo (comida, sexo, drogas, ambición económica, etc.), sin tener en cuenta otras necesidades ni su coherencia e integración.

Lo podemos decir de otro modo, la racionalidad es el proceso cognitivo y conductual que nos lleva a tomar decisiones coherentes e integradas con nuestros objetivos a corto, medio y largo plazo. La irracionalidad es la conducta marcada por la impulsividad, obsesión, capricho o sesgo, o por objetivos cortoplacistas.

También lo podemos definir a través de la autonomía o falta de autonomía. La autonomía (nomos: regla y auto: propio) es la capacidad de actuar según reglas propias o, dicho de otro modo, la habilidad de saber hacer las cosas por nosotros mismos. A no confundir autonomía con individualismo.

Así que, por un lado, tenemos bienestar, racionalidad y autonomía, mientras que en el otro lado tenemos el hedonismo, la irracionalidad y la dependencia.

3. Una sociedad paradójica

Cuando conviven ambas líneas de conducta -racional e irracional- bienestar y hedonismo- autonomía-dependencia, construimos una sociedad paradójica donde, por ejemplo, tenemos acceso casi ilimitado a la información, pero limitaciones importantes para utilizarla con criterios racionales y propios en beneficio de nuestro bienestar.

La paradoja de la información se da en muchos campos, también en el ámbito de la sexualidad.

Vivimos una sociedad de la información, pero no se accede a todo el conocimiento, ni se produce una comunicación eficaz. Por ejemplo, la mayoría de las personas que acudimos a un sexólogo/a no tenemos una explicación útil de nuestro problema, tampoco lo hemos comentado con alguien, a veces, ni siquiera con la pareja. En el mejor de los casos, aquellos que sí lo hablan con la pareja es de forma superficial; los pocos que lo hablan con los amigos minimizan la importancia que realmente tiene para ellos y todo se queda en chascarrillos o humor. Muchas veces optamos por la evitación. En muchos casos, cuando acudimos a un profesional, lo hacemos con dificultad y vergüenza.

En definitiva, pudiera parecer que se habla abiertamente sobre la sexualidad y los problemas que surgen en la intimidad de las relaciones sexuales o del propio auto erotismo. En realidad, no hablamos de sexualidad, solo hablamos de las manifestaciones sexuales más visibles, por ejemplo, de la erección, olvidándonos del resto. Es decir, hablamos de la mecánica visible de la sexualidad, pero no se habla de la sexualidad en toda su complejidad y amplitud. Eso sí, creemos que hablamos de sexualidad, pensamos que vemos el todo, aunque solo enfoquemos una parte.

Por utilizar un símil, es como si evaluáramos la calidad de la literatura, por el número de hojas, el encuadernado, la tipología de la letra, el número de capítulos y páginas, incluso el índice, etc. pero nos olvidáramos del pensamiento, la creatividad, el mensaje, la elocuencia, perspectiva, temática, posicionamiento, cultura, contexto, trayectoria, movimiento, etc.

El resultado es que el discurso sobre sexualidad nos confunde, haciéndonos creer que toda la realidad queda abarcada en lo que se habla, y que no necesitamos saber nada más fuera de ese discurso. La tentación, entonces, es solucionar cualquier problema tratando solo los rasgos más a la vista. La actitud ante las relaciones sexuales, también, es focalizar en el músculo visible y olvidarnos de los verdaderos ingredientes de la sexualidad.

Imaginemos otro ejemplo: somos jugadores de póker, que perdemos gran parte de nuestro salario apostando online. Eso nos produce ansiedad, frustración, culpabilidad, etc. No soportamos ese malestar y buscamos alivio bebiéndonos un whisky que adormezca nuestra conciencia. El whisky me calma en apariencia, pero el trasfondo que origina el malestar sigue ahí (dependencia del juego, hedonismo, dificultad para gestionar mis impulsos, falta de autonomía, búsqueda de éxito, éxito fácil e inmediato…), y ese trasfondo solo se soluciona con otro tipo de intervención.

Precisamente, las paradojas sociales nos generan muchos de los problemas sexuales en nuestra cultura, incluida la disfunción eréctil. Claro que también es la responsable del éxito de los fármacos paliativos como la viagra.

4. CONSUMO de datos, información, ocio, placer …

Decíamos que es una sociedad paradójica porque mientras consume datos, alimentos, información, ocio, placer…, sin embargo, mantiene una precariedad muy notable en aspectos fundamentales de bienestar personal, como son la educación emocional, la educación sexual y la autonomía, por poner solo algunos ejemplos.

Estos fenómenos se retroalimentan. Cuanto mayor es la precariedad en conocimiento y autonomía, menor es nuestra autoestima y más vulnerables somos a la desinformación, a la manipulación o al sesgo. Veamos cuáles fueron algunos de los antecedentes que generaron esta situación de supuesta información.

5. ANTECEDENTES (Contexto social)

Protagonismo. Durante los 80 y 90, la sexualidad adquiere protagonismo en el espacio público (Salinas, 1997). El discurso sobre sexualidad pasa de ser una narrativa sobre la prohibición, el recato y la regulación, a convertirse en una inundación informativa sobre las estadísticas, los datos, las frecuencias, los hábitos de la intimidad, la apertura a la libertad de encuentros y las oportunidades de experimentar  (Foucault, 1989).

  • Los primeros antecedentes se encuentran en la publicación del ya famoso estudio de Master y Johnson por los años 60. Otros estudios previos, menos estadísticos y más analíticos, no tuvieron esa difusión.
  • Encuestas de opinión, actitudes y conductas sexuales se realizan y publican en revistas de amplia tirada.
  • Manuales sobre sobre sexualidad
  • Programas de radio y de televisión, como Hablemos de Sexo.
  • Sexólogos y sexólogas empiezan a aparecer en las tertulias…
  • Películas con escenas de sexo explícito
  • Conversaciones en el ámbito de las relaciones sociales entre amigos.
  • Cambio de roles. Las mujeres empiezan a dialogar con su sexualidad y comienzan a expresar sus deseos, fantasías y necesidades, descubriendo no sin dificultades lo que permanecía silenciado y reprobado.
    • Contestación generacional. Al mismo tiempo, se inicia un movimiento de contestación o compensación, como respuesta a las exigencias patriarcales sobre la sexualidad de las mujeres. Comienza una demanda más o menos explícita de ‘exigencia’ al hombre en términos de rendimiento, tamaño del pene, disponibilidad, potencia, etc.
    • El hombre incorpora estos cambios de la mujer con un mayor nivel de autoexigencia y con una concepción de la sexualidad aún precaria, centrada en el rendimiento:
      • Dar la talla; Demostrar; Estar a la altura;
      • Presión, Examen
      • Inseguridad, Complejos, Timidez, Ansiedad
      • Bloqueo del placer; Disfunción; Búsqueda de soluciones
    • Otros aspectos constitutivos de su identidad, como algunos roles tradicionales de género, experimentan un conflicto funcional con cambios sociales estructurantes (economía, mercado laboral, pérdida de hegemonía en el espacio público …) (Cucco García, 2013). La identidad sexual masculina, tan asociada a alguno de estos roles, también demanda reajustes, que no siempre serán abordados con la serenidad, debate, apertura, implicación y amplitud social e institucional necesarias.
  • Homosexualidad Apertura de la homosexualidad a la sociedad. En la opción de relación homosexual se establecen pautas sexuales muy focalizadas en la estética del cuerpo y en la mecánica del juego sexual (erección, tamaño, duración, frecuencia).
  • Pornografía. Implosión de la industria pornográfica. Divulgación de la performance fálica, de rendimiento, duración, frecuencia, estética, vigor, etc.

6. El Discurso sexual

Debido a estos y otros acontecimientos que se combinan en un complejo cóctel de cambios sociales (políticos, tecnológicos, económicos, culturales), se generó una expectativa colectiva e individual sobre sexualidad, una expectativa simplista, que se centró en el ‘rendimiento’ sexual y en la ‘mecánica’ del sexo, olvidando aspectos tan fundamentales como la psicología de la sexualidad, la emocionalidad, las actitudes, los esquemas, las habilidades sociales de relación y un largo etcétera (Salinas, 1997).

El discurso simplista sobre sexualidad se incorpora de forma más explícita al juego social de seducción, y por lo tanto adquiere una mayor expectativa de suceso.

  • La concepción de sexualidad. El discurso más divulgado es un discurso focalizado en apariencia, técnicas, ritualidad y rendimientos. No contempla la relación entre el deseo sexual, el erotismo y la subjetividad o la personalidad de hombres y mujeres (esquemas, prejuicios, temores, creencias, valores, expectativas, etc.). El mensaje que cala es el que se centra en lo superficial: las velas, las partes del cuerpo que ‘conviene’ acariciar, el aceite para dar masajes o los juguetes sexuales como complemento.

Queda relegada la parte más determinante de la sexualidad: nuestra personalidad, la actitud en la intimidad, nuestras habilidades de relación, nuestros estados de ánimo, la afinidad, la comunicación, el erotismo, la escucha de uno mismo y la del otro, la toma de conciencia…

Ese concepto ‘cultural’ de sexualidad, genera esquemas de funcionamiento en los ciudadanos (Salinas, 1994). En los hombres es un esquema de rendimiento mecanicista que se focaliza en aumentar la frecuencia de las relaciones; en lograr y mantener erecciones potentes; y en aprender ‘técnicas’ sexuales. En las mujeres se focaliza en lograr mayor desinhibición; ser más activas; y tener orgasmos; y posteriormente en aumentar su deseo. Además, se genera la expectativa de que ese rendimiento se produzca:

  1. Casi en cualquier momento (cuando el otro lo desee…)
  2. Casi con cualquier persona
  3. Casi en cualquier circunstancia (personal, familiar, laboral, anímica, de salud…)
  4. Casi a cualquier edad

7. El problema

Sin embargo, la realidad es tozuda: tanto para los hombres como para las mujeres. Si nos centramos en el problema de erección:

  • Las expectativas (los esquemas) no se cumplen para muchos hombres.
  • Se producen muchas situaciones en que uno cree tener deseo sexual pero no tiene erección, y por más que se empeña, no lo consigue. Empieza a hablarse de disfunciones, y los que las padecen, o bien desconocen la causa o son diagnosticados -en una gran mayoría- por problemas neurológicos o cardiovasculares, y en una minoría por problemas psicológicos.
  • Se genera frustración, preocupación, búsqueda de ayuda (sobre todo en el campo de la medicina y la farmacia)
  • Se diagnostican muchos casos. Se estima que el 10% de la población la sufre habitualmente.

8. La demanda de solución

A estas alturas, conviene tener presente que, debido a la desinformación, así como a la expectativa de inmediatez en los resultados, esta demanda se traduce en la búsqueda de una solución inmediata, cómoda, fácil y accesible, que implique poco trabajo personal y que nos posibilite seguir con nuestro estilo de vida.

Precariedad en la educación emocional y la autonomía personal

La autonomía es la habilidad para crear nuestras propias reglas y saber hacer aquello para lo que estamos capacitados -nuestro potencial de desarrollo. Cuanto mayor es la desinformación y el sesgo a los que se somete una persona, menores son las oportunidades para desarrollar su potencial, es decir, su autonomía, frente a las modas, o frente a las demandas externas de consumo o de sumisión a los grupos, por poner algún ejemplo. Cuanto más precaria es su autonomía, más precario es su autoconcepto (la imagen que tiene de sí mismo): ‘No soy capaz de…’.

La baja autoestima es un síntoma de precariedad de la autonomía. La autoestima significa estimarnos a nosotros mismos, es decir querernos, cuidarnos, respetarnos, atender nuestras necesidades. Si me quiero, atiendo mis necesidades, eso significa que me trato bien y me respeto, por lo tanto, vigilo y cuido el desarrollo de mi potencial de crecimiento y desarrollo.

La baja autoestima y la precaria autonomía nos puede convertir en una especie de títeres que pueden ser manipulados por los hilos de intereses ajenos a nosotros, de índole ideológico (sectas de todo tipo); económico (negocios que priorizan sus beneficios sin importarles nuestra salud); grupales (líderes y seguidores que nos utilizan para su propio placer o interés); etc.

Esa vivencia de pérdida de autonomía y autoestima nos puede colocar en la experiencia de malestar: ansiedad, apatía, falta de energía, desesperanza, desconsuelo, irritabilidad, hostilidad, frustración, impulsividad, obsesiones, psico-somatización, violencia, adicciones, dependencias, sensación de inutilidad, y un largo etcétera de sintomatología de malestar.

Características  específicas del problema y de la demanda

9. El Consumo

  • Se promueve e instala el consumo rápido y abundante, de fácil acceso;
  • A la vez que se educa en la impaciencia para lograr la satisfacción inmediata;
  • Se genera la ansiedad por inseguridad y temor al fracaso
  • Se provoca la angustia por temor al rechazo y a la soledad.
  • Se ofrecen placebos que generan alivio inmediato del malestar.
  • Se consume información sesgada y/o mal digerida (encuestas, publicidad, etc.)
  • Se consume pornografía
  • Se consume prostitución
  • Se consume promiscuidad
  • Se consumen contactos sociales
  • Se consumen estimulantes y otras drogas
  • Se esperan recetas mágicas, soluciones rápidas, inmediatas, accesibles, fáciles…
  • No se valoran los procesos, se priorizan los resultados. Apenas se dedica tiempo e interés al desarrollo personal.
  • Se consume información. No se analiza, no se elabora, se acepta de forma acrítica, NO SE DIGIERE. Se filtra y sesga en función de los impulsos y los deseos más inmaduros.

10. Confusión

  • Se confunde la sexualidad con la erección.
  • Se confunde el bienestar personal con la complacencia del deseo.
  • Se confunde la ansiedad con el deseo
  • Se confunde la actitud erótica con la competencia sexual.
  • Se confunde el deseo erótico con el deseo de tener deseo.
  • Se confunde la satisfacción sexual con la demostración de rendimiento sexual.

Las Necesidades, que son esenciales para el bienestar, quedan insatisfechas, mientras nos distraemos con el juguete del deseo, que es prescindible.

  • Por ejemplo, se confunden las necesidades de afecto, con el deseo de tener muchos contactos,
  • Se confunde la necesidad de autoestima con el deseo de lograr una imagen social.
  • Se olvida la necesidad de coherencia
  • Se olvida la necesidad de autonomía
  • Se olvida la necesidad de amabilidad
  • Se olvida la necesidad de solidez
  • Se olvida la necesidad de integridad
  • SE olvida la necesidad de conciencia

11. La paradoja del perfeccionismo

Además de los rasgos de consumo y confusión descritos, propios de un cierto carácter social, que se interiorizan en la psicología individual, podemos distinguir algunas actitudes de perfeccionismo o fantasía, que reflejan la precariedad en la percepción de la realidad.

Se generan esquemas y modelos idealizados, productos estereotipados de la fantasía y la ilusión:

  • Por ejemplo, una expectativa de inagotable vitalidad, energía, salud, juventud y hedonismo

No existe una actitud de aceptación de los problemas, fallos, dificultades, enfermedad… Se confunde aceptación con resignación. Se piensa que es horrible tener un problema.

No se gestiona bien la frustración, produciendo ansiedad, inquietud, compulsión, irascibilidad.

Falta una cultura de sosiego, serenidad, confianza e introspección, y faltan herramientas para comprender las causas reales de nuestro malestar y nuestras verdaderas necesidades.

En este contexto, la medicación es un paliativo, incluso un placebo, entendido como una solución accesible, rápida, relativamente cómoda y que logra el efecto deseado.

El individuo no se responsabiliza de su bienestar, no abarca el verdadero significado de bienestar y salud. Sin embargo, desarrolla sentimientos de culpabilidad que le producen malestar y le impiden disfrutar de su potencial con amplitud.

12. La paradoja de la autoexigencia

Este variado e indigesto cóctel de ingredientes y confusión genera una nueva paradoja: la existencia de una reducida autoexigencia para educarse psicológica y socialmente (emociones, habilidades, conciencia de uno mismo, cogniciones, etc.), al tiempo que una excesiva exigencia para rendir sexualmente.

La exigencia de rendimiento sexual, que desconoce y desatiende el verdadero funcionamiento de una sexualidad sana y satisfactoria, provoca una actitud de ‘competitividad’ y ‘demostración’ ante las relaciones sexuales.

Este afán de rendimiento mecanicista se traduce inmediatamente en síntomas de inseguridad, estrés, tensión, ansiedad, preocupación, anticipación del fracaso, autoconcepto negativo, inhibición o compulsividad, obsesiones, consumo de pornografía, frustración, desánimo, complejos, adicciones, y un largo etcétera de problemas que generan malestar en la persona, en su pareja o en su entorno.

Esos síntomas no solo producen malestar, son los causantes inmediatos del bloqueo de la respuesta sexual satisfactoria. La paradoja de la autoexigencia, provoca que cuanto más me exijo rendir en la mecánica, más me alejo de esa posibilidad, porque la mecánica de la sexualidad (erección) no responde a la exigencia ni siquiera responde a una instrucción directa, responde a la actitud erótica, de juego, de disfrute y de expectativa de placer; responde a la desinhibición y la falta de preocupaciones; responde a la comunicación del erotismo y de la sensualidad; responde al sosiego y a la paciencia; responde al bienestar, etc.

Sugiero un símil para entender esta paradoja mecanicista. Es como si, ajeno al funcionamiento de mi ordenador, le sobrecargo de programas y se bloquea por un problema de conflicto de software, y yo pretendo arreglarlo limpiando de pelusa el ventilador interno.

Pero hay más. ¿Habrá algún factor de riesgo común causante de desencadenar tanto la disfunción eréctil como las enfermedades cardiovasculares (CV) en la misma persona?

Por qué traigo esto a colación. Porque muchos estudios describen la correlación entre enfermedades cardio vasculares (CV) y problemas de erección, y a pesar de que se trata de una correlación y no una causa efecto, parece darse a entender que la CV provoca la DE. Hay que aclarar que correlación significa que ambos fenómenos se dan a un tiempo (el momento de la investigación), sin que se pueda afirmar que el CV provoca necesariamente DE.

Las enfermedades CV están relacionadas con estilos de vida poco saludables (obesidad, ansiedad, alcohol, tabaco, estrés, preocupaciones…), y el tratamiento con cambios de estilos de vida tiene muy buenos pronósticos (Strik et al., 2003).

Algunos problemas sociales (despidos, embargos, precariedad laboral…) y emocionales (ansiedad, preocupación, miedos, estrés, inseguridad…) están relacionados con la generación de problemas sexuales como la disfunción eréctil (Laumann et al., 1999).

Factores constantes como la ansiedad, el estrés, las preocupaciones, la incertidumbre, la vulnerabilidad, la inseguridad, los complejos, etc., están provocados por una cultura social de suma exigencia, éxito y productividad (laboral, académica, social, económica, de futuro, de identidad…), así como por un precario sistema de recursos, educación, formación y construcción de subjetividades sólidas, habilidades de afrontamiento. El constante malestar psico-social induce a una constante sobre activación de las citoquinas, bien conocidas por ser las causantes de episodios y crisis inflamatorias en nuestros órganos y también por estar relacionadas con la depresión(Goldstein, 2000; Mattina, GF; Van Lieshout, RJ; Steiner, 2019).

Es decir, bien pudiera ser que las mismas causas psico-sociales (miedo, inseguridad, estrés, ansiedad) que provocan la disfunción eréctil, estén presentes en el desarrollo de enfermedades cardio vasculares, produciendo, a su vez, hábitos de riesgo (tabaco, alcohol, sobre alimentación, obesidad, drogas…) (McCabe, Mp; Sharlip, ID; Lewis, R; Atalla, 2016). No es de extrañar, por lo tanto, que nos encontremos que las personas que sufren problemas cardiovasculares también sufren DE, o a la inversa. Falta mucha investigación en esta línea (Esposito et al., 2004).

13. Población

La problemática ha evolucionado conforme el discurso del rendimiento sexual mecanicista se ha instalado y se ha divulgado y extendido entre todos los segmentos poblacionales (Loe, 2004).

Muy al principio, la demanda estaba representada por población adulta con algún problema médico previo (psicológico y/o fisiológico), por ejemplo depresión, ansiedad, déficit de autoestima, diabetes, enfermedad CV, etc.(Calzo, J; Austin, B; Charlton, B.; Missmer, S; Kathrins, M; Gaskins, A; Chavarro, 2021)

Después, hombres adultos sin ningún tipo de malestar psicológico previo, que sufren disfunción eréctil debido a concepciones y actitudes erróneas en las relaciones sexuales: rendimiento, potencia, dar la talla, examen, estar a la altura, etc. (Cryan, 2017)

Más adelante, hombres jóvenes, y cada vez más jóvenes que la compran (regalan) para los fines de semana, ‘por si acaso’, para ‘estar en condiciones’… (Cryan, 2017; Peters et al., 2007)

Un porcentaje cada vez más elevado la compra por internet, sin receta y, por lo tanto, de forma ilegal. En un estudio en Holanda, de un total de 60000 entrevistados, 5000 personas de 18-80 años reconocían comprar medicamentos online, el 28% de los cuales eran potenciadores sexuales. (Koenraadt & van de Ven, 2018)

14. Paliativo o solución

Si el exceso de estrés, la ansiedad o la tensión emocional frecuentes tienen como consecuencia más perceptible mi dolor de cabeza (migrañas, cefaleas, cervialgias, etc), un analgésico, un relajante muscular, o un antiinflamatorio pueden calmarme los síntomas. En este caso, estaría usando un paliativo para los síntomas de dolor, pero no estaría tratando ni solucionando la actitud para gestionar mejor la tensión emocional o la presión laboral o las relaciones sociales.

Mientras no dé solución a la raíz de mi problema, no lograré librarme del malestar. Los síntomas de dolor serán cada vez más frecuentes e intensos, porque las consecuencias no visibles, no perceptibles, serán más amplias y causarán más problemas derivados (contracturas, malas posturas, pinzamientos neurológicos, inflamaciones, etc.). Además, con cada episodio de dolor y píldora paliativa, la desatención del verdadero problema me provocará cada vez más malestar psicológico por mi incapacidad de comprender lo que me sucede, mi desesperanza y mi sensación de impotencia. Visitaré a neurólogos, fisioterapeutas, alergólogos, herbolarios, farmacias y todo tipo de fabricantes y vendedores de remedios, que probaré uno detrás de otro sin obtener solución a mi problema.

Para nuestro bienestar, para evitar generar ‘falsos’ problemas, y para lograr solucionar los verdaderos problemas, necesitamos tomar conciencia de nuestro papel y protagonismo a la hora de construir nuestro bienestar. Necesitamos  hacernos responsables como ciudadanos y como individuos, de modo que alcancemos un mayor grado de autonomía para escoger y analizar la información, tomar decisiones, evitar las situaciones de dependencia -en la medida de lo posible- y prevenir o resolver nuestros problemas.

Uno de los efectos previsibles de tratar la disfunción eréctil con medicación es la dependencia psicológica hacia el mismo. Ya existen estudios sobre este problema, y sobre otros efectos de tomar estos fármacos a largo plazo[7].

En definitiva, la solución a la gran mayoría de las situaciones en las que no se produce erección, no está en tomarnos una pastilla, sino en adoptar una actitud mucho más lúdica (no hedonista). La solución pasa por acercarnos a las relaciones sexuales con deseo de placer, pero no con deseo de poder ni con deseo de demostración ni con deseo de superar inseguridades y/o hacer comprobaciones.

El pene y el corazón tienen mucho más en común de lo que pensamos. El corazón no funciona con instrucciones directas de nuestra voluntad, sino que actúa en función de señales que recibe del sistema nervioso (SN), que a su vez responde a estados psicológicos. Por ejemplo, si decidimos correr para alcanzar el autobús, inmediatamente el corazón acelera su ritmo cardiaco y se facilita la oxigenación y el impulso de la musculatura de las piernas. Yo no necesito dar ninguna instrucción al corazón, la recibe directamente del SN. Yo solo puedo regular el ritmo, cambiando mi actitud, mi necesidad y mi intención. Si no deseo que se acelere, dejo de correr, pienso en dejar pasar ese bus y coger el siguiente y sigo andando con relajación y tranquilidad.

Con la erección y el pene, sucede algo similar. Si tengo deseo sexual (a diferenciar del deseo de tener deseo!!!) y mi mente está concentrada en el placer, la sensualidad, las caricias, los besos, las imágenes, los ritmos, etc., mi SN dará la instrucción correcta a la musculatura del pene, haciendo que se relaje y que penetre la sangre circulante en los cuerpos cavernosos, produciendo la erección, sin que yo pueda voluntariamente realizarlo o impedirlo con ninguna instrucción directa.

Si, por el contrario, aunque sienta deseo sexual, mi mente está concentrada en dar instrucciones al pene para que se ponga erecto, o está concentrada en mis preocupaciones, temores, inseguridades, timideces, etc., mi cerebro entenderá que si estoy preocupado no es el momento de ‘jugar’ sino de alertar al cuerpo de algún peligro inminente, y por lo tanto enviará señas de alerta y preparación para la acción (tensión, estrés, etc). De modo que, por mucho que yo desee que mi pene ‘funcione’, mi actitud no es la adecuada.

Es de enorme trascendencia aprender a conocer cómo funciona nuestra mente y qué relación guarda nuestra subjetividad con nuestros estados de ánimo, nuestra actitud y las conductas y respuestas que tienen lugar como consecuencia.

Hay muchos programas, sobre todo de psico-educación, educación sexual, mindfulness, yoga, meditación, que nos acercan a ese conocimiento y nos facilitan el acceso a una sexualidad satisfactoria. Estos programas también nos descubren una forma mucho más eficaz, sana, autónoma y responsable de cuidar de nuestra autoestima y nuestro bienestar. A veces con una primera sesión en consulta, es suficiente para reenfocar nuestra actitud. Otras veces se necesita algo más de tiempo, lectura, entrenamiento. El camino se empieza con el primer paso. La lectura de algunos textos cortos te puede resultar de interés, te sugiero www.cota5.es

15. Bibliografía

Babos, Benjamin P; Smith, M. (2021). Sildenafil. Copyright © 2021, StatPearls Publishing LLC. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/books/NBK558978/

Calzo, J; Austin, B; Charlton, B.; Missmer, S; Kathrins, M; Gaskins, A; Chavarro, J. (2021). Erectile Dysfunction in a Sample of Sexually Active Young Adult Men from a U.S. Cohort: Demographic, Metabolic and Mental Health CorrelatesTitle. The Journal of Urology, Febrero.

Cucco García, M. (2013). Hombres y mujeres ¿solo un problema de rosa y azul? La formación del sujeto que somos. Capitalismo, relaciones sociales y vida cotidiana. Revista Sexología y Sociedad, 19(1997), 149–171.

Cryan, M. (2017). Análisis del consumo de potenciadores sexuales en jóvenes y adultos mayores . SEXUALES EN JÓVENES Y ADULTOS MAYORES.

Esposito, K; Citotloa, M.; Giugliano, F.; Giugliano, D. (2009). Effects of Intensive Lifestyle Changes on Erectile Dysfunction in MenNo Title. Journal of Sexual Medicine 6(1):243-50, 6(1)(February), 243–250. https://doi.org/10.1111/j.1743-6109.2008.01030.x

Esposito, K., Giugliano, F., Di Palo, C., Giugliano, G., Marfella, R., D’Andrea, F., D’Armiento, M., & Giugliano, D. (2004). Effect of lifestyle changes on erectile dysfunction in obese men: A randomized controlled trial. Journal of the American Medical Association, 291(24), 2978–2984. https://doi.org/10.1001/jama.291.24.2978

Giorgetti, R., Tagliabracci, A., Schifano, F., Zaami, S., Marinelli, E., & Busardò, F. P. (2017). When “Chems” Meet Sex: A Rising Phenomenon Called “ChemSex.” Current Neuropharmacology, 15(5), 762–770. https://doi.org/10.2174/1570159×15666161117151148

Goldstein, I. (2000). The mutually reinforcing triad of depressive symptoms, cardiovascular disease, and erectile dysfunctionNo Title. The American Journal of Cardiology, Volume 86,(20 July Issue 2, Supplement 1,), Pages 41-45.

Koenraadt, R., & van de Ven, K. (2018). The Internet and lifestyle drugs: an analysis of demographic characteristics, methods, and motives of online purchasers of illicit lifestyle drugs in the Netherlands. Drugs: Education, Prevention and Policy, 25(4), 345–355. https://doi.org/10.1080/09687637.2017.1369936

Laumann, E. O., Paik, A., & Rosen, R. C. (1999). Sexual dysfunction in the United States: Prevalence and predictors. Journal of the American Medical Association, 281(6), 537–544. https://doi.org/10.1001/jama.281.6.537

Loe, M. (2004). The Rise of Viagra: How the Little Blue Pill Changed Sex in America. New York University Press. https://books.google.es/books?hl=es&lr=&id=tAUUCgAAQBAJ&oi=fnd&pg=PP7&dq=viagra+consumers+demographic+changes&ots=UHH_HotQ_F&sig=tbhW2sHSRZfTmb1d4iEiW4jEJwg#v=onepage&q&f=false

Martin AL, Huelin R, Wilson D, Foster TS, M. J. (2013). A systematic review assessing the economic impact of sildenafil citrate (Viagra) in the treatment of erectile dysfunction. J Sex Med. https://doi.org/doi: 10.1111/jsm.12068. Epub 2013 Jan 24. PMID: 23347555.

Mattina, GF; Van Lieshout, RJ; Steiner, M. (2019). Inflamation, Depression and Cardiovascular disease. Therapeutic Advances in Cardiovascular Disease, 13, 1–26. https://doi.org/10.1177/https

McCabe, Mp; Sharlip, ID; Lewis, R; Atalla, E. (2016). NRisk Factors for Sexual Dysfunction Among Women and Men: A Consensus Statement From the Fourth International Consultation on Sexual Medicine 2015o Title. The Journal of Sexual Medicine, Volume 13(Issue 2,), 153–167. https://doi.org/https://doi.org/10.1016/j.jsxm.2015.12.015

Medicine, N. I. of H. U. S. N. L. of. (2018). Sildenafil. MedlinePlus. https://medlineplus.gov/druginfo/meds/a699015.html

Peters, R. J., Johnson, R. J., Kelder, S., Meshack, A. F., & Jefferson, T. (2007). Beliefs and social norms about sildenafil citrate (Viagra) misuse and perceived consequences among Houstonian teenage males. American Journal of Men’s Health, 1(3), 208–212. https://doi.org/10.1177/1557988307303299

Potts, A; Gavey, N. Grace, V; Varey, T. (2003). The Downside of Viagra: Women’s Experiences and Concerns. Sociology of Health & Illness, 25 (7) Nov, 697–719. https://doi.org/10.1046/j.1467-9566.2003.00366.x

Salinas, L. (1994). La Contrucción social del cuerpo. Revista de Investigaciones Sociológicas REIS, 68, 84–96.

Salinas, L. (1997). La construcción social de la identidad sexual femenina. Un análisis multirepresentativo. [Universidad Complutense de Madrid]. http://webs.ucm.es/BUCM/tesis/19972000/S/1/S1037701.pdf

Soriano, R. (Dirección), Belza, M. J. (Coord), Curto, J., & Dolengevich, H. (2020). Documento técnico: abordaje de la salud mental del usuario de Chemsex. In Ministerio de sanidad. https://profesionales.msd.es/static/medicos/pdf/abordaje-salud-mental-usuario-practicas-chemsex.pdf

Strik, J. J. M. H., Denollet, J., Lousberg, R., & Honig, A. (2003). Comparing Symptoms of Depression and Anxiety as Predictors of Cardiac Events and Increased Health Care Consumption after Myocardial Infarction. Journal of the American College of Cardiology, 42(10), 1801–1807. https://doi.org/10.1016/j.jacc.2003.07.007

Wieder, Stanley E; Althof, M. (2004). Psychotherapy for erectile dysfunction: now more relevant than ever. Endocrine, MarApr 20(23(2-3)), 131–134. https://doi.org/10.1385/ENDO:23:2-3:131


[1] Gran parte de la información referida a la problemática sexual está basada en la experiencia profesional como sexóloga, socióloga y psicóloga. No obstante, he aportado referencias externas para facilitar la comprobación de algunos datos.

[2] The term “chemsex” was coined to indicate the voluntary intake of psychoactive and non psychoactive drugs in the context of recreational settings to facilitate and/or to enhance sexual intercourses mostly among men who have sex with other men (MSM)(Giorgetti et al., 2017). “Una de las definiciones más citadas en España sobre el chemsex lo describe como el “uso intencionado de drogas para tener relaciones sexuales por un período largo de tiempo (que puede durar varias horas hasta varios días)” entre hombres gais, bisexuales y otros hombres que tienen sexo con hombres (GBHSH), cuyo elemento clave es “el tiempo, porque a mayor tiempo puede ocurrir mayor exposición a diversos riesgos o daños”(Soriano et al., 2020). Se recomienda la lectura del artículo de Giorgetti et al y el informe de Soriano et al.

[3] El Sildenafilo fue el primer inhibidor oral aprobado por la Agencia del Medicamento en EEUU y en Europa, para el tratamiento de la disfunción eréctil (DE). En los primeros 7 años de su lanzamiento al mercado, se calcula que este medicamento ha sido recetado por 750.000 médicos y utilizado por más de 23 millones de hombres en todo el mundo (Martin AL, Huelin R, Wilson D, Foster TS, 2013).

[4] Desde 1997, Lola Salinas ejerce como sexóloga en COTA5 (www.cota5.es) y desde 2016 tiene abierta la consulta como psicóloga y sexóloga independiente.

[5] Centro Marie Langer, Madrid. https://www.procc.org/

[6] Un concepto de gran utilidad ha sido la diferenciación entre demanda y necesidad. Otro concepto que ya había abordado en otros escritos (Ver “Autonomía emocional”), han cobrado un nuevo sentido, más transversal y transformador.

[7]  Tal como afirmaba en 2012 el psicólogo y sexólogo Raymond Francis, alrededor de 15 hombres al mes le comunican su dependencia de la viagra, con una media de edad entre 27-32 años. https://www.dailymail.co.uk/femail/article-2212529/Addicted-Viagra-They-virile-growing-number-young-men-t-cope-little-blue-pills.html


[i] El paraguas que abarca a todas las teorías y escuelas con perspectiva de construcción social de la realidad es muy amplio e incluye algunas posiciones divergentes, pero que confluyen en unos supuestos fundamentales. Este amplio paradigma de análisis y comprensión de nuestra evolución y de la vida cotidiana, contempla desde lo macro (Historia, Cultura, Ideología…), hasta lo micro (emoción, anhelo, conducta, pensamiento, interacción…). A continuación, ofrezco una síntesis de la línea que he seguido en mis propios estudios, investigación y práctica profesional. Espero contribuir con esta pincelada a representar en una línea histórica el hilo de construcción del saber social. Así mismo, esta pequeña síntesis, tiene por objetivo servir a modo de introducción para aquellos que tengan curiosidad o interés en profundizar en esta línea de pensamiento. Empezaré por nombrar autores/as y escuelas más recientes, siguiendo el hilo hasta pensadores/as más lejanos en el tiempo, aunque muy actuales en sus aportaciones utilísimas y que podemos considerar clásicas en el sentido más valorativo del término. No tiene ninguna pretensión de exhaustividad, más bien es un recorrido breve por las fuentes que considero esenciales y que en su momento dieron respuesta a mi curiosidad.

Jeffrey Weeks (1945-). Historiador y Sociólogo de la Sexualidad. Ver “Sex, Politics & Society. The regulation of sexuality since 1800”. 1989 Longman Group IK limited.

David Evans. Sociólogo (1945-2020). Ver “Sexual Citizenship. The material construction of Sexualities”. 1993, Routledge. London.

Anne Fausto-Sterling (1944-). Bióloga e Historiadora de la Ciencia. Ver “Cuerpos Sexuados. La política de género y la construcción de la sexualidad”. 2006 Editorial Melusina. Barcelona.

Elisabeth Badinter (1944-). Filósofa. Ver “XY La identidad masculina”. 1993, Alianza Editorial. Madrid.

David Matza (1930-2018). Sociólogo. Ver “El proceso de Desviación”, 1981, Taurus Ediciones, Madrid.

Silvia Tubert (¿-2014). Psicoanalista. Ver “La sexualidad femenina y su construcción imaginaria”. 1988, Fundación Ortega y Gasset. Ediciones El Arquero.

Marvin Harris (1927-2001). Antropólogo. Ver “Nuestra Especie” 2006 (7ª). Alianza Editorial.

Michel Foucault (1926-1984). Filósofo. Ver “Historia de la sexualidad”. 1989 (6ª edición). Siglo XXI. España.

Albert Bandura (1925- ). Psicólogo. Teoría del aprendizaje social. Ver “Social foundations of thought and action: A social cognitive theory”. 1986, Englewood Cliffs, NJ: Prentice-Hall.

Carlos Castilla del Pino (1922-2009). Psiquiatra. Ver su autobiografía “Pretérito Imperfecto” y “La Casa del Olivo”. Ver “Teoría de los Sentimiento”s, 2008 (8ª ed.).

Albert Ellis (1913-2007). Psicólogo. Ver “Una nueva guía para una vida racional” (junto a Robert Harper). 2003, Ediciones Obelisco, Barcelona.

Margaret Mead (1901-1978). Antropóloga. Ver “Sexo y Temperamento en tres sociedades primitivas”. (2006 ediciones en castellano). Ediciones Paidós Ibérica, Barcelona.

Erich Fromm (1900-1980). Psicoanalista, Psicólogo Social y Filósofo Humanista. Ver “Espíritu y Sociedad”. 1996, Paidós Ibérica, Barcelona.

Escuela de Chicago:

  • John Gagnon (1931-2016) y Peter Simon (1930-2000) Sociólogos. Sexual Scripts.  Ver “Sexual Conduct: The Social Sources of Human Sexuality” 1973, Chicago: Aldine Books.
  • Peter Berger (1929-2017) y Thomas Luckmann (1927-2016). Teólogo y Sociólogo, Sociólogo (resp.). Ver “La construcción social de la realidad”. 1993, Amorrortu Ediciones, Argentina.
  • Erving Goffman (1922-1982). Sociólogo. Ver “La presentación de la persona en la vida cotidiana”. 2004. Amorrortu Ediciones, Buenos Aires.
  • Charles Wright Mills (1916-1962). Sociólogo. Ver “La imaginación Sociológica”. 1985 (10ª), Fondo de Cultura Económica, México D.F.
  • Herbert Blumer (1900-1980). Sociólogo. Interaccionismo simbólico (1937). El Interaccionismo Simbólico: Perspectiva y método (1969). Paidós, Buenos Aires.
  • Herbert Cooley (1864 – 1929). Sociólogo. Ver teoría del “yo espejo” y grupos sociales primarios y secundarios.
  • George Herbert Mead (1863-1931). Psicólogo y Sociólogo. Ver “Espíritu, persona y sociedad”. 1973, Paidós Ibérica, Barcelona.

Lev Vigotski (1896-1934). Psicólogo. Ver “Mind in Society”. 1978, Cambridge, MA: Harvard University Press.

Max Weber (1864-1920). Sociólogo. Ver “La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo”. 2004 (3ª) Alianza Editorial, Madrid.

Emile Durkheim (1858-1917). Sociólogo. Ver “Las formas elementales de la vida religiosa”. 1982, Akal, ediciones. Madrid.

Thorstein Veblen (1857-1929). Sociólogo. Ver “Teoría de la clase Ociosa”. 2004, Alianza Editorial.

Karl Marx (1818-1883). Filósofo, economista, sociólogo. Ver “Manuscritos Economía y Filosofía”. 1985(11ª). Alianza Editorial, Madrid.

Cómo generas tu salud

La investigación ha generado evidencia abundante sobre la relación que existe entre determinados procesos psicosociales, sus correspondientes actitudes y las conductas positivas o negativas para la salud.

¿Cuáles son los factores psicológicos y sociales que mejor contribuyen a mis conductas de salud?

Actitudes positivas para la salud

  1. Las actitudes y conductas racionales: basadas en hechos y en la evaluación objetiva de los riesgos, consecuencias y recursos para afrontarlas. Tus decisiones y conductas han de estar orientadas y motivadas por los objetivos de salud que te hayas propuesto; además han de ser inequívocamente coherentes con tus valores y principios y congruentes con otros objetivos.
  2. La Afabilidad: Una personalidad, actitud y conducta afables te protegen con tu amabilidad, la bondad, la flexibilidad, la tolerancia y el respeto. Una personalidad afable te facilita evaluar las cosas con calma y serenidad, genera en tu organismo dopamina y serotonina, impidiendo que se produzcan excesos mantenidos de cortisol y, por lo tanto, de inflamación de tejidos y de órganos. No olvidemos que en la infección por covid-19 y en muchas otras enfermedades, la inflamación es uno de los efectos más perjudiciales en la enfermedad.
  3. El tesón: Con tu tesón mantienes esas actitudes y conductas racionales y tu afabilidad, a pesar de las dificultades o contrariedades. El tesón te ayuda a mantener las decisiones racionales, protegiéndote de la vulnerabilidad a determinadas condiciones internas o externas que pueden contribuir a incrementar tu malestar.
  4. La confianza en tus recursos: Si conoces bien cuáles son tus habilidades, y las utilizas con una buena planificación, orientadas a esos objetivos, lograrás lo que te propones. La confianza en que tus recursos personales y sociales son de gran utilidad es una gran herramienta para planificarte bien y alimentar tu tesón y tu serenidad. Repasa continuamente esas habilidades y recursos. Toma conciencia de ellas. Comprende bien su gran utilidad.
  5. El apoyo social: Sin duda, cuanto mayor sea tu afabilidad y tu racionalidad, más fácil es que te rodees de un entorno positivo, auténtico y sólido de personas que con las que generéis vínculos mutuos de amor, cuidado, apoyo y atención. Percibir que contamos con apoyo de otras personas y de la sociedad y las instituciones, es uno de los recursos que nos produce bienestar afectivo, psicológico y físico. La sensación de pertenencia y de vínculo con los demás contribuye a que podamos desarrollar nuestras habilidades y nuestra autonomía con la tranquilidad razonable de saber que, en caso de sufrir alguna dificultad, vamos a recibir la atención, ayuda o cuidados necesarios. Para lograr estos vínculos y relaciones de autenticidad, la honestidad y la lealtad son conductas importantes. El apoyo social en situaciones de pandemia es la base de la cooperación, que a su vez es indispensable para lograr combatir el virus, unidos.

Estos factores contribuyen hasta en un 69% en la generación de conductas positivas para la salud. Otros factores también contribuyen, pero aún no sabemos específicamente en qué medida cada uno.

¿Cuáles son los factores que contribuyen negativamente a mi salud?

Actitudes negativas para la salud

  1. La irracionalidad: Obviamente, las decisiones y conductas irracionales son aquellas que van en contra de mis objetivos. No es racional tener el objetivo de abandonar el tabaco al mismo tiempo que me compro ‘la última cajetilla’. En el fondo, lo que estoy haciendo es posponer la decisión o posponer los planes que había elaborado para empezar a dejar el tabaco.
  2. El neuroticismo: El negativismo es uno de los elementos más característicos del neuroticismo. Consiste en una actitud que tiende a ver solo el peligro, el error, las dificultades, las contrariedades, las limitaciones, etc. El negativismo es una forma sesgada de ver la realidad, impidiendo verla en su conjunto. El negativismo reduce nuestras defensas inmunológicas, produciendo decaimiento, tristeza y pesimismo. El neuroticismo provoca también una visión de túnel, una visión iceberg, una visión unilateral, una visión contaminada. El neuroticismo, además, genera exceso de estrés y ansiedad, ambos son responsables de disfuncionalidad fisiológica en nuestros neurotransmisores y en nuestro organismo, produciendo un desequilibrio químico.
  3. El positivismo: Sería la incapacidad de percibir tu vulnerabilidad y el riesgo de determinadas situaciones o conductas. Te produciría una falsa sensación de protección y de ‘fortaleza’, lo que podría conducirte a conductas de riesgo, como no guardar las distancias, no lavarte las manos o ejercer/utilizar la prostitución, por poner algunos ejemplos.
  4. La impulsividad: Las reacciones dejándote llevar por la inercia y los pensamientos automáticos pueden causarte problemas y también pueden contribuir al malestar de los demás. Hemos de mantener cierta alerta y conocer cuáles son nuestros ‘impulsos’, por ejemplo besar, abrazar, tocar, coger, oler, acercarnos….
  5. La ira: Cuando la ira es una reacción bastante frecuente en nuestro modo de afrontar la contrariedad, esta emoción es el resultado de una falta de autoregulación. Conviene que analicemos qué diálogo interior mantemos con nosotros mismos, porque, probablemente, detrás de esa ira existan pensamientos parecidos a “no soporto la injusticia”, “deberían impedir que existieran inútiles”, “este es un imbécil”, “cómo se atreve a decirme eso”, “quién se ha creído que es”, etc. La ira, no nos permite analizar con objetividad la realidad, nos nubla la razón y, además, nos genera una química interna tóxica.
  6. La falta de auto confianza: Es un lastre, y suele ir unida a un pensamiento negativista. La falta de confianza en nuestros recursos y habilidades nos impide tomar decisiones racionales, nos conduce al miedo y al bloqueo, nos entristece y debilita nuestro humor.
  7. La falta de apoyo social: Si sentimos que estamos solos ante cualquier situación o que no disponemos de una red de apoyo suficiente, es probable que tengamos más temor a padecer una enfermedad o a tener alguna contrariedad económica. A veces, la percepción de falta de apoyo no es realista, es decir, lo tenemos, pero no lo percibimos. Este sesgo en la percepción puede estar muy relacionado con una autoestima poco sana.
  8. El individualismo: En una epidemia o pandemia como la del covid19, la actitud individualista puede que te dé la falsa sensación de que te proteges porque te ha llevado a aislarte completamente y a no compartir colaborar o contribuir con los demás. Incluso puede que te lleve a manifestar tu malestar, tu enfado, tu mal humor, tus miedos y tu neuroticismo, sin importarte cómo puede estar afectando eso a otras personas. Ese individualismo, es poco racional, no es nada funcional porque en la medida en que los demás también estén bien de ánimo, podrán dedicar más energía a buscar soluciones y a evitar aumentar el problema, de modo que la pandemia se solucionará antes y de mejor forma, con menos consecuencias negativas para todos, incluido tú mismo.

De nuevo, hay más elementos psicosociales que pueden contribuir a conductas poco saludables y de mayor riesgo. Sin embargo, los factores mencionados, representan casi un 70% de las conductas de riesgo.

¿Cuáles son algunas de las conductas básicas de salud?:

Conductas básicas de salud

  1. Una buena higiene del sueño. Rutinas, frecuencias, duración, silencio, oscuridad… Dormir de forma equilibrada, ni mucho ni poco. Niños más, adultos entre 7-8 horas diarias.
  2. Ejercicio físico diario o casi diario. Andar es el más accesible, inmediato, cómodo y práctico. Cuatro kilometros diarios sería el ideal.
  3. Alimentación equilibrada tanto en nutrientes y variedad como en cantidades. Los vegetales, hortalizas y frutas deben estar presentes en todas las comidas. Un 50% del plato pueden ser veges’.
  4. No adquirir o eliminar drogodependencias, adicciones o hábitos de riesgo (sexo sin protección, prostitución, conducción sin control, etc.).
  5. Mantener niveles reducidos de estrés.
  6. Mantener niveles reducidos de contaminación (atmosférica, ruido, luz).

Un abrazo fuerte y ánimos.