Ψ Psicóloga
     Lola Salinas

Causas

 

Cómo se produce el malestar


 

La adaptación a los cambios requiere ajustes, si no los realizamos a tiempo, los desajustes que se generan a lo largo de nuestras vidas pueden causarnos desorientación, conflictos, dificultades y malestar. Gran parte de las personas no dedicamos tiempo a la autoescucha para analizar los cambios que experimentamos, o las necesidades y recursos que demanda nuestra situación. Es muy frecuente que no nos paremos el tiempo suficiente para detectar los cambios y reajustes necesarios. Con frecuencia, actuamos como autómatas con 'programas' fijos, que acaban por ser poco eficaces para nuestros objetivos. Los reajustes pueden ser de carácter emocional, cognitivo, conductual, social, físico.

 

La mayor parte de las veces, si paramos a tiempo, será suficiente realizar un breve análisis, para identificar qué aspecto, recurso, rasgo, creencia... hemos de modificar para lograr el ajuste. Si tenemos claros nuestros objetivos, nuestras necesidades y los recursos, podremos llevar a cabo el ajuste necesario.

 

Ajustes y Cambios


 

Por lo general, la propia evolución personal, algunos cambios, o un nuevo proyecto o reto, requieren que realicemos ciertos ajustes de adaptación si queremos mantener la coherencia del sistema. Por ejemplo, integrarnos en la escuela, el acceso al mundo laboral, las nuevas relaciones sociales, la pareja, la sexualidad..., suelen presentar novedades y retos que requieren de adaptación y evolución con reajustes de nuestro sistema bio-psico-social. Estos reajustes no siempre se realizan con éxito por muy variadas causas, por ejemplo:

 

  • La estrategia es funcional para uno de nuestros objetivos, pero no lo es para otras necesidades de nuestro sistema: disfrutamos de unas vacaciones muy caras pero nos quedamos sin ahorros para una emergencia.
  • El análisis de nuestras necesidades puede no ser realista: creemos que necesitamos una posición social, cuando en realidad nuestra necesidad es contribuir a una causa.
  • Confundimos un deseo con una necesidad: buscamos agradar a los demás y nos olvidamos de respetarnos a nosotros mismos.
  • La planificación de los objetivos puede estar distorsionada: damos prioridad al éxito en nuestra profesión, y olvidamos cuidar de nuestra salud. 
  • Los recursos movilizados pueden no ser eficaces: dedicamos excesivo esfuerzo a una causa que nos va a reportar poco bienestar.

 

Si esta estrategia disfuncional es solo ocasional, lo más probable es que el malestar sea pasajero y que, además, podamos aprender de la experiencia, incorporando una dosis más de autoconfianza en nuestra capacidad de superar obstáculos e interiorizar mejoras.

 

Si la estrategia ineficaz es constante y es ya un hábito en nuestra actividad cotidiana, entonces, sentiremos malestar que se expresará en el pensamiento, las emociones, las relaciones, la salud física: preocupación, miedo, angustia, ansiedad, inhibición, ira, pereza, impulsividad, obsesión, discusiones, bloqueos, dolores, desajustes...

 

Qué función tiene el malestar


 

El malestar es un síntoma que nos alerta de algún conflicto entre las necesidades y los deseos, recursos u objetivos que esperamos alcanzar. El malestar tiene la función de avisarnos para que analicemos dónde se está produciendo alguna fricción, discrepancia o desajuste. A continuación mostramos algunos ejemplos de malestar que pueden expresar estrategias poco eficaces:

 

  • Migrañas debidas a tensión emocional continuada, provocada por miedo a decir lo que se piensa, discutir o a ser rechazado.
  • Ansiedad provocada por un análisis poco objetivo de nuestros recursos y capacidades para afrontar situaciones, generando nuestra falta de autoconfianza y el temor a situaciones que anticipamos peligrosas.
  • Falta de placer en las relaciones y en las cosas que hacemos en general (anhedonia), debida a nuestra obsesión por controlar todos los detalles de una situación para evitar cometer algún error o para tratar de solucionar los que cometen otros.
  • Malhumor, enfado, irritabilidad, provocado por la gestión poco realista de las relaciones, las expectativas, los afectos y la autonomía personal. Exceso de dependencia de alguien, frustración por no satisfacer nuestras exigencias.
  • Susceptibilidad que nos provoca dolor con mucha frecuencia ante el mínimo comentario, gesto o conducta que interpretamos como una afrenta, porque tenemos una autonomía emocional precaria o inmadura.
  • Migrañas debidas al estrés y exceso de autoexigencia, no prestando atención a nuestras necesidades de relajación, resposo; o debidas a nuestra falta de escucha al cuerpo (propiocepción) y a posturas poco saludables como tensión muscular y exceso de torsión en las cervicales.
  • Tristeza, decaimiento, falta de energía debidas a una falsa autoestima desde la que nos relacionamos con el mundo sin darnos el derecho a nuestra parcela de necesidades.

 

Algunos ejemplos de conflicto psicológico serían:


 

  • Cuando evitamos la confrontación para no sentirnos incómodos y como resultado no ponemos los límites necesarios para sentirnos respetados y/o para satisfacer necesidades.
  • Si creemos que dándolo 'todo', vamos a recibirlo 'todo', y nos frustramos y enfadamos cuando no sucede.
  • Si damos más importancia a los errores que a los logros, y eso nos puede obsesionar, impidiendo que disfrutemos de otras cosas.
  • Si nuestra conducta impulsiva nos impide alcanzar otros objetivos (trabajo, estabilidad, cariño, seguridad, salud...).
  • Si nuestro temor a algo se convierte en una conducta rígida que nos impide explorar opciones saludables.
  • Si nuestro modo de pensar genera preocupación constante por muchas cosas, impidiendo nuestra relajación y tranquilidad.
  • Si tratamos de imponer nuestras decisiones, al tiempo que pretendemos que nos consideren personas dialogantes, ecuánimes y respetuosas.
  • Si pretendemos que nos escuchen y comprendan pero no tenemos paciencia, interés y tolerancia al escuchar a los demás.
  • Si tenemos una imagen idealizada de nosotros mismos o de otras personas, que no se ajusta a la realidad y que nos impide aceptarnos y desarrollar una sana autoestima.
  • Si creemos estar en posesión de la verdad, y no sabemos negociar con otras realidades.
  • Si sentimos que tratar de solucionar cosas a los demás nos convierte en  imprescindibles. Etc.

 

Las estrategias del sistema psico-emocional


 

Nuestro sistema psico-emocional construye rutas o caminos para lograr objetivos, es decir para conseguir aquello que desea o necesita. Estas rutas o caminos son como estrategias vitales, que con mayor o menor acierto, nos acercan o alejan de nuestros objetivos. Algunos ejemplos de estrategias son:

 

  • Madrugar para no encontrar atasco y poder desayunar con tranquilidad y de forma saludable, sin sentir estrés ni tensión.
  • Abrazar a mi hijo para que se sienta querido y empiece el día con buen ánimo, de modo que yo me sienta responsable y proactivo/a en su bienestar.
  • Trabajar concentrado y con confianza, razonando cada paso para aprender un sistema nuevo con eficacia, siendo responsable y evitando equivocarme para sentirme satisfecho.
  • Ayudar a otros para sentirme útil, crear buen clima y dar sentido a mi vida a través de la solidaridad, que para mí es un valor importante.
  • Manipular con engaños para que otros hagan lo que deseo, porque lo más importante es conseguir mi objetivo.
  • Exagerar el dolor para lograr compasión, porque deseo tener la atención de los demás cuando me siento mal.
  • Sonreir para resultar agradables y crear buena relación, porque considero que la amabilidad abre puertas y me genera bienestar.
  • Callarme para que no se enfade mi pareja y tegamos la tarde tranquila, aunque eso impida que construyamos una comunicación adulta y saludable.

 

Qué estrategías son funcionales


 

Las estrategias vitales que nos acercan a nuestras necesidades de forma coherente serían funcionales, porque cumplen la función para la que fueron elaboradas, respetando el sistema en su conjunto. Por el contrario, las estrategias vitales que nos alejan son disfuncionales. Siguiendo con los ejemplos:

  • Si deseo compartir mi vida con alguien, porque no me agrada la soledad, pero mi estrategia vital no incluye el diálogo, la negociación, la generosidad, el respeto, la escucha..., lo más probable es que tenga conflictos en el día a día de la convivencia, y que esos conflictos generen malestar, incluso que me lleven a la ruptura.
  • Si culpabilizo a mi pareja de algunas de mis conductas desagradables o incorrectas porque me provoca, entonces no reconozco que mis conductas y su autoregulación son parte de mi personalidad y que puedo aprender a modularlas con independencia de los estímulos recibidos.

 

Cómo operan las estrategias del sistema


 

Pueden trabajar de forma consciente, voluntaria y analítica, o pueden ser hábitos adquiridos, que se activan de modo automático, involuntario o inconsciente.

 

Pueden ser producto de un instante de respuesta del sistema ante un acontecimiento absolutamente nuevo, o pueden ser rutas establecidas a lo largo de los años de experiencias y aprendizaje.

 

Pueden ser el resultado de análisis de funcionalidad y de reajustes convenientes, o pueden ser el resultado de la rigidez y estereotipia de un hábito poco cuestionado.

 

Sintonizar la mente, las emociones y la conducta


 

El entrenamiento psicológico se puede comparar con los ensayos de una orquesta hasta lograr la sintonía de todos los instrumentos. En el caso de la psicología, entrenamos para sintonizar la mente, las emociones y la conducta. En ambos casos, el objetivo es obtener una melodía fluida, armónica y fiel a la 'partitura'. Esa sintonía nos puede relajar y elevar, nos produce placer, nos da energía positiva, nos produce sensaciones gratas, nos puede producir sosiego y paz.

 

La salud y el bienestar de una persona se logran a medida que se armonizan y afinan los aspectos (emocionales, cognitivos, sociales, físicos) que integran su sistema psico-socio-emocional.

 

Esta interesante tarea es el objetivo del trabajo en la consulta psicológica donde se pone a disposición de todas las personas los recursos que en Psicología han demostrado mayor eficacia para lograr el bienestar bio-psico-social.

 

Motivos para iniciar el análisis psicológico


 

Cada persona puede iniciar el análisis psicológico por distintos motivos y objetivos:

  • Para conocerse mejor (necesidades, valores, motivación, habilidades) y reajustar expectativas, objetivos, recursos, proyectos, estilos de vida o metas.
  • Para potenciar y desarrollar algunas de sus habilidades (pensamiento, rendimiento, gestión de recursos, toma de decisiones, etc).
  • Para mejorar sus relaciones sociales y afectivas (pareja, trabajo, amigos).
  • Para superar algún hábito adictivo en su conducta (tabaco, comida, alcohol, juego, drogas, pornografía, redes sociales, etc).,
  • Para afrontar un problema situacional como un conflicto, la pérdida de trabajo, la separación, la pérdida de un ser querido...
  • Para afrontar un problema de carácter más estable, como una ansiedad anticipatoria; un estrés crónico; una tendencia a la preocuparse por casi todo; una ira frecuente o explosiva, etc.

 

En las sesiones con la psicóloga (individuales o de pareja) se identifican los objetivos concretos de trabajo y se seleccionan los recursos adecuados para lograrlos, teniendo siempre presentes las preferencias individuales y s. Haciendo un símil, la persona que atiende a consulta plantea una ecuación a resolver, donde la mayoría de las veces conocemos dos términos de la ecuación (lo que deseo y lo que tengo), pero falta lo que hay que cambiar, añadir, restar o sustituir, para lograr el deseo.

 

Para realizar estas tareas se elabora un análisis funcional compartido con el/la cliente/a, con el fin de comprender el papel que cumple cada aspecto o elemento en la ecuación que estamos planteando. Las explicaciones ligadas a ejemplos de cada situación personal acompañaran a cada sesión para garantizar su comprensión, aplicación y entrenamiento, valorando su efectividad. Cada persona aprenderá a utilizar estos recursos, adaptados a su situación, accediendo a las claves y herramientas específicas para obtener bienestar en su vida cotidiana, ya se trate de su entorno familiar, su trabajo o en sus relaciones afectivas o sexuales.

 

Como consecuencia de esta alianza profesional entre cliente y psicóloga, cada persona realiza un aprendizaje en técnicas y teoría psicológica. Al final de este 'training psicológico' el/la cliente, además de superar o resolver la situación específica, habrá accedido a nuevos conocimientos y  herramientas para su vida cotidiana, que le resultarán de gran utilidad para el resto de su vida.

 

El proceso del bienestar


 

El bienestar es un estado que se alcanza a través de un proceso de reenfoque, comprensión y entrenamiento, que se materializa definitivamente cuando integramos el cambio. En este proceso se pueden diferenciar tres dinamicas que pueden solaparse:

  • La primera, tiene lugar cuando observamos y analizamos nuestra situación desde una nueva perspectiva, con nuevas herramientas cognitivas y emocionales y con ejemplos y explicaciones útiles. A partir de esa posición, enfocamos con mayor claridad, se activa la esperanza, se produce cierto alivio y estamos en mejor disposición de avanzar hacia el bienestar.
  • La segunda dinámica se produce cuando podemos experimentar de forma consciente -en situaciones concretas y reales- los procesos y mecanismos psicológicos (cognitivos, emocionales, conductuales, conscientes, inconscientes) que actúan, al tiempo que eso nos permite comprender en profundidad lo que nos sucede.
  • La tercera tiene lugar cuando entrenamos en nuestra vida cotidiana lo aprendido, y experimentamos la sensación de manejar mejor las riendas de nuestra vida. En esta parte del proceso somos conscientes de estar realizando cambios.

 

Estas dinámicas se retroalimentan, provocando el aprendizaje y la consolidación del mismo, facilitando un conocimiento profundo y útil de nuestra psique, emociones y conductas. Como resultado de este nuevo conocimiento, las herramientas y técnicas interiorizadas nos van a permitir aplicar la experiencia en diferentes ambitos de nuestras actividades cotidianas, convirtiéndonos en expertos de nuestra mente.

 

Algunas renuencias a iniciar el proceso


 

Cada persona tiene su ritmo, sus necesidades, sus dificultades y su motivación para abordar un problema, un cambio, una crisis o para iniciar un entrenamiento psicológico específico. Estos condicionantes pueden verse afectados en parte por algunos factores que es conveniente abordar para impedir que controlen nuestras decisiones. Te sugiero algunos, a modo de pregunta, para que consideres si están retrasando tus objetivos:

¿Te preocupa no lograrlo?

¿No ves la solución?

¿Estás en un bucle?

¿Sientes cansancio y desesperanza?

¿Te falta motivación?

¿Has perdido la ilusión?

¿No tienes energía?

¿Tienes prisa?

¿Tienes dudas sobre la ayuda psicológica?

¿Necesitas más información?

 

Si la respuesta a cualquiera de estas preguntas es 'sí', te puedo ayudar en una sesión inicial a resolverlas para que puedas salir de la indecisión y adoptes un plan a corto, medio o largo plazo.

 

 

Será un placer acompañarte en ese camino.


 

Desde la primera entrevista psicológica te ofrezco mi experiencia con una actitud de colaboración que genere una excelente alianza de trabajo:

 

1. Con una escucha muy atenta para identificar tus necesidades concretas y las claves para satisfacerlas.

2. Dando sentido a lo que te sucede y estableciendo explicaciones útiles para afrontar el cambio.

3. Con la sencillez y profundidad necesarias para marcar con claridad objetivos alcanzables y el camino para lograrlos;

4. Aportando las herramientas y técnicas más eficaces para conseguir tus metas;

5. Planteando estrategias adaptadas a tu situación, personalidad y objetivos;

6. Acompañándote durante todo el proceso, hasta que tú decidas que has logrado tus objetivos o cuando tú quieras ponerle fin.

 

 

©Lola Salinas 2022