Ψ Psicóloga
     Lola Salinas

Sensaciones

"El cansancio y la fatiga se habían apoderado de mi cuerpo, incluso de mi mente. Mis piernas, la espalda y la cabeza estaban pidiendo descanso, soñaba con descansar después de toda una semana de trabajo, viajes y no parar. Llegué a casa y me preparé un buen baño de agua caliente, le añadí sales y me desnudé. Previamente había puesto mi CD de música favorita para relajarme. Con la certeza de poder disfrutar de un rato de tranquilidad absoluta, me introduje en el agua poco a poco. Mi piel se dejó atravesar por el estímulo cálido del agua, el roce suave de las burbujas de jabón delicadamente cubrían mi superficie. La calidez inundó mi cuerpo, podía sentir cierto temblor de placer, me recreé en el cambio que experimentaba por cada milímetro de piel que entraba en contacto. Después, poco a poco, la placidez y la relajación se apoderaron de mí, sin hacer ningún esfuerzo, invadiendo cada rincón de mi cuerpo y de mi mente. Disfrutaba del contacto con la suavidad del agua, atenta a la sensación de bienestar que había logrado, consciente del cambio que se había ejercido en mi cuerpo. Me gustaba el olor a romero que las sales esparcían por la habitación, me incitaba a imaginar un campo florido de un cálido verano. La música producía un efecto gratificante y sedante en mi mente. Me dejé sumir en un dulce y prolongado sopor en el que una semivigilia me permitía recrearme en el placer de la situación, al tiempo que dejaba volar mi fantasía en una ensoñación casi real". (Salinas, D., 2002)



Esta recreación de un momento de relajación, intenta reflejar la importancia que tiene la actitud adecuada de nuestra percepción para experimentar con total intensidad las sensaciones que nos inundan desde los órganos sensoriales. Previamente a disfrutar del momento, la persona se prepara psíquicamente en una disposición de apertura y toma de conciencia sensorial.

Este texto enfatiza el hecho de que es más importante la disposición perceptiva que tengamos que, en sí, el estimulo que nos excite. Es muy probable que experimentemos de distinto modo este baño que la ducha diaria; el hecho de comprar el periódico el domingo o hacerlo un día de trabajo normal; viajar en tren de excursión a la sierra o coger el tren para ir a nuestra oficina. Al margen de otros elementos, nuestra disposición es distinta.

Todos hemos identificado y nombrado en numerosas ocasiones a alguna sensación que hemos sentido. Por ejemplo cuando salimos a la calle en un día de invierno con los termómetros a 5ºC, no es necesario que busquemos la información de la temperatura, podemos sentir en nuestra piel y en nuestros huesos que el frío nos penetra casi de inmediato. Decimos que sentimos frío, porque previamente hemos tenido la sensación de frío, ha habido un estímulo exterior, en este caso el ambiente producido por la baja temperatura, que ha actuado sobre nuestro organismo.

Nuestro cuerpo está preparado para recibir infinidad de estímulos exteriores a través de nuestros sentidos. La capacidad de experimentar sensaciones es amplísima, la habilidad para vivirlas e identificarlas depende de nuestra educación y entrenamiento. Hay estímulos para los que nuestra sensibilidad está más entrenada; otros no podemos percibirlos, a diferencia de algunos animales; y otros tenemos capacidad pero no estamos entrenados, por lo que, hasta que no aprendemos a percibirlos, no nos producen sensaciones.

Una sensación es la información que llega a nuestro cerebro por medio de los impulsos nerviosos que generan nuestros sentidos en respuesta a situaciones o estímulos originados en el exterior o en nosotros mismos.

Las respuestas pueden tener lugar en cualquier parte de nuestro organismo, desde la piel (el placer de una caricia) hasta el estómago (la sensación de satisfacción después de comer). Pueden estar causadas por situaciones diversas: de peligro, bienestar, incertidumbre, etc. En cada situación reaccionamos de distinto modo, dependiendo de nuestra personalidad, nuestra adaptación al medio, nuestra habilidad para reconocerla, etc. Cada una de estas reacciones  -lo que notamos- lo identificamos como una sensación distinta. No obstante hay reacciones casi universales, que se ven acompañadas de una gama similar de sensaciones, por ejemplo las reacciones ante el miedo, ante el dolor, la tristeza, etc.

La habilidad sensorial



La educación y la experiencia juegan un papel fundamental en la habilidad para identificar sensaciones y concienciarlas (estar en disposición de percibirlas).

En el ámbito de la sexualidad el papel de la habilidad sensitiva es extraordinario, ya que nos va a facilitar o dificultar nuestra capacidad y amplitud de experimentar nuestro cuerpo, de vivir el placer: No es lo mismo tener la habilidad para apreciar la caricia en cualquier parte de nuestro cuerpo, que limitar esa habilidad a los genitales. La reducción empobrece nuestro placer.

En este sentido, una educación represiva, poco expresiva, limitadora de juegos sensoriales, pobre en experiencias de juego para desarrollar el gusto, la vista, el tacto, el olfato, etc., puede limitar enormemente el desarrollo de esta habilidad, preparándonos de forma ineficiente para la vivencia intensa y amplia de nuestra sexualidad. En estos casos será conveniente un re-aprendizaje de esta habilidad, para tratar de despertar y desarrollar las facultades de percepción.

Conocer y desarrollar nuestra habilidad para vivir las sensaciones, no sólo es positivo para tomar mayor conciencia de nuestro cuerpo y sus posibilidades de placer o dolor, también es fundamental para identificar en ocasiones ciertas emociones y sentimientos, que no sabemos cómo se han producido.

En el ámbito de nuestra sexualidad, ya sea el autoerotismo o las relaciones sexuales con otra(s) personas, la importancia de identificar las sensaciones es tan relevante o quizá más que en otros ámbitos, porque nuestro bienestar, nuestras expectativas de placer, nuestra autoestima, nuestra asertividad, nuestra capacidad para comunicarnos, etc., están en estrechísima relación con nuestra capacidad para "sentir", es decir, captar e identificar las sensaciones y por supuesto percibirlas en su totalidad, dándoles el significado adecuado (ver "Percepción").

Nuestra respuesta sexual (activación erótica, atracción, deseo, excitación, orgasmo, relajación) y todos los factores que intervienen en ella, sociales, psicológicos, fisiológicos, ambientales, etc., están condicionados por la facilidad o dificultad que tengamos para integrar nuestra capacidad sensorial en nuestro mundo cognitivo.

Si existe una disociación entre lo que siento a través de mi piel y la capacidad cognitiva (atención, memoria) para poder identificarlo, no podré desarrollar en toda su extensión la habilidad para el placer, porque parte del placer consiste en la CONCIENCIA del mismo (ver "Placer").

La disociación me impide ser consciente de que esa piel es la mía y que soy yo quien siente a través de la piel. La dificultad para concienciar el placer, o cualquier otra sensación, me impide la acumulación de experiencia y la búsqueda o evitación ORIENTADA de esa experiencia en futuras ocasiones. También me impide el control de mis reacciones.


©Lola Salinas