Ψ Psicóloga
     Lola Salinas

Dinámicas Sexuales


Estímulos

Hay personas, imágenes, recuerdos, conversaciones, actividades y estados de ánimo que despiertan en nosotros un talante erótico, llevándonos a experimentar sensaciones psíquicas y físicas que motivan en nosotros un cambio de actitud. Podemos pasar de estar concentrados en nuestro trabajo o una lectura a fantasear y recrearnos con el recuerdo; o pasamos de una charla sobre tenis a un juego verbal de cortejo erotizante.

A veces somos más conscientes de los estímulos que nos han llevado a ese estado de ánimo erótico; otras veces somos casi sorprendidos por una idea o una imagen y el pensamiento y la sensación de deseo sexual.

Reconocemos en nosotros esa activación erótica o sexual por cambios fisiológicos (presión sanguínea); emocionales (estado de ánimo placentero); y psíquicos (activación de ciertas áreas de la memoria o la imaginación). Unos son más perceptibles o identificables que otros, que se van mezclando y concatenando y se manifiestan con señales (aceleración del pulso, deleite, creación de ideas, imágenes sugeridas) que interpretamos en clave de "código sexual".

Con independencia de nuestra apreciación de todos estos cambios, en ellos intervienen distintas partes de nuestro organismo. Todas las fases de la respuesta sexual están guiadas por factores psíquicos o psicológicos, fisiológicos y ambientales.

La toma de conciencia de estos cambios es mayor a medida que se tienen más años y más experiencias y menor en la adolescencia y pubertad. Esto quiere decir que aprendemos a observarnos e identificar nuestra actividad corporal (mental y física).

La Respuesta Sexual

La "respuesta sexual" es todo el proceso que siguen estos fenómenos y que nos puede llevar desde una primera reacción y actitud erotizante hasta la sensación de placidez y relajo que nos inunda después de una relación sexual satisfactoria, pasando por diferentes fases.

Digo satisfactoria, y no he querido mencionar la palabra orgasmo, porque el orgasmo no necesariamente tiene que formar parte de lo que consideramos satisfacción, aunque sí es una fase más dentro de la respuesta sexual, pero no  imprescindible.

El formato que se ha elegido para exponer todo el proceso de respuesta sexual no es el habitual de los textos y otras páginas web de sexualidad en el que se realiza la exposición de la respuesta sexual del hombre y de la mujer separadamente. Desde nuestro punto de vista, las diferencias que motivan una exposición separada no son suficientes como para crear y fomentar la idea de respuestas tan distintas. Se ha preferido hablar secuencialmente de unas y otras, para reforzar la idea de que las diferencias no representan ni el 10% de las similitudes.

Esta exposición secuenciada, podría dar la impresión de que nos estamos refiriendo a relaciones heterosexuales donde siempre intervienen un hombre y una mujer simultáneamente. Nada más lejos de nuestra intención. El objetivo es hablar de los dos géneros existentes en la especie humana, nunca representar un estereotipo.

Por otra parte, tampoco nos sometemos fielmente a las fases de la famosa doctora Kaplan, que vienen siendo las más aceptadas y conocidas. Hemos adoptado nuestra propia perspectiva en la que a esas fases añadimos alguna fase más y matizamos algunos aspectos de relativa importancia.

I. Erotización

¿Cómo se inicia la respuesta sexual?

La atracción o el interés por una persona, una imagen o el recuerdo de una vivencia de placer, nos pueden conducir a erotizar una situación. Es decir, damos un significado erótico a algo que antes no lo tenía o descubrimos lo erótico donde antes no lo veíamos.

Nuestros sentidos están expuestos a estímulos como una mirada, una palabra, una caricia, una imagen, un recuerdo, una actividad hormonal, etc. Si se dan las circunstancias adecuadas y los sentidos responden a estos estímulos, disponiéndose a "prestarles atención", empezamos a   percibir e interpretar esos estímulos. Lo hacemos a una velocidad tan rápida que apenas somos conscientes de esa actividad.

A través del recuerdo, la memoria, la experiencia, la información genética, etc., interpretamos esos estímulos y la situación en clave erótica. En esos momentos nuestro cerebro activa toda una cadena de funciones (hormonal, emocional); sistemas (nervioso, circulatorio, sensorial) y órganos (piel, ojos, genitales, músculos) que entrarán a coordinar el inicio de un "ballet" de multitud de elementos en un extraordinario escenario de sensibilidad, atención, motivación, excitación, tensión, placer, etc.: todos los mecanismos que toman parte en la actividad sexual.

Este cambio de ánimo o de actitud sería el primer síntoma o la primera reacción que constituye la respuesta sexual de un adulto.

A través de las experiencias individuales y de las relaciones con otras personas, la reflexión sobre las vivencias y el diálogo interno, acabamos conociendo y tomando conciencia de qué tipo de situaciones provocan nuestro erotismo, con qué personas podemos tener afinidad sexual y cómo reaccionamos en según qué circunstancias o estados de ánimo.


II.- Deseo

Una vez que hemos erotizado la situación, más o menos conscientemente, estamos propiciando un determinado ánimo, una determinada actitud tendente a procurarnos placer y gratificación. Estamos generando un estado de ánimo que desea la obtención del placer. Placer que creemos poder encontrar en esa situación y en lo que anticipamos que podemos vivir a continuación. Generamos la expectativa de satisfacer ese deseo de gratificarnos. Nos disponemos a obtener esa satisfacción. Nos preparamos psicológicamente y físicamente para estar con el ánimo y la actitud adecuadas al placer.

El deseo, por lo tanto, es un estado de ánimo, una actitud, una disposición mental y física que es motora de la actividad que desplegamos para satisfacer la necesidad de una determinada pretensión, anhelo, apetito, etc., en este caso el placer que queremos obtener a través de la actividad sexual.

El deseo sexual, por lo tanto, no es en sí mismo el origen de la respuesta sexual, sino un eslabón motor de la misma.
 
III.- Erogenización

La Erogenización es el proceso que dispone a nuestros sentidos a percibir toda la intensidad de los estímulos eróticos placenteros. Es un estado que durará mientras se mantenga la situación erótica.

Con la motivación, la disposición y la actitud eróticas activadas y nutridas en una especie de retroalimentación entre ellas: a más de esto, más de lo otro..., también estamos generando una disposición física adecuada para poder acceder a ese placer que anticipamos y que ya disfrutamos en parte.

Esta disposición física es, fundamentalmente, la adecuación de los sentidos a recibir con mayor intensidad aquellos estímulos que consideramos afines a la vivencia erótica y, por otra parte, el bloqueo de otro tipo de estímulos que pudieran "interferir" en nuestra experiencia de placer.

Esa adecuación consiste en abrirnos, disponernos muy activamente a  experimentar de un modo más intenso una simultaneidad de experiencias como: La recreación con la vista de ciertas partes del cuerpo que consideramos más eróticas; la atención de nuestro oído a escuchar los tonos, los ritmos de nuestro interlocutor; la disposición de nuestro olfato a recrearnos con el aroma de una colonia o del olor corporal de nuestra acompañante... y por supuesto la disposición de nuestra piel y nuestro tacto para percibir y disfrutar de cualquier caricia. Sin duda, cuando disfrutamos de nuestro autoerotismo, la fantasía y el recuerdo sustituyen la presencia de otra persona con las imágenes y sensaciones archivadas en nuestro recuerdo, produciendo el mismo tipo de fenómenos.


IV.- Activación fisiológica intesa (AFI)

El proceso de activación fisiológica de ciertas funciones, se genera en respuesta a esa mayor sensibilización y perceptibilidad de los estímulos y a la consecuente "alerta" sexual que se ha generado en el organismo. Parece que aquellas zonas que mayor sensibilidad adquieren, también reclaman o atraen una mayor activación del aporte sanguíneo.

El ritmo cardiaco se acelera con una mayor afluencia de sangre a zonas como la pelvis, los labios, los genitales, el pecho, el cuello y el vientre; las pupilas se dilatan; los pezones se vuelven más duros y erectos y la respiración se intensifica.

En la mujer, la mayor afluencia del torrente sanguíneo hacia el pubis y los genitales provocan la hinchazón y cambio de tonalidad más oscura del clítoris, los labios y las paredes vaginales. Se produce una ligera hinchazón de los pechos. Debido a la vasodilatación, la vagina empieza a trasudar, para lubricar sus paredes y el flujo vaginal comienza a fluir hacia la vulva y los labios externos. Este proceso parece que se transmite por vía parasimpática y que es un proceso psicógeno. La musculatura del útero eleva este, retrayendo el cuello del útero y alargando la vagina hacia el abdomen. El tejido vaginal es más denso y las terminaciones nerviosas afloran más a la superficie epidérmica.

En el hombre, los estímulos hacen que el torrente sanguíneo se dirija al pene, los cuerpos cavernosos de su tronco se expanden con el flujo de la sangre que los inunda y congestiona. El pene adquiere una dureza y se alarga adquiriendo un grosor y un tamaño que puede hasta triplicar el tamaño en reposo. La sensibilidad del pene, que siempre es mayor en el glande, aumenta cuando está erecto y facilita un mayor grado de excitación hasta el nivel máximo, en el que ya no adquiere más longitud, grosor o dureza. La piel del escroto se estira y los testículos se elevan un poco.

En la fase de activación fisiológica el esfínter anal y el músculo elevador del ano también se tensan.

La activación del hombre y de la mujer se puede mantener durante un largo tiempo que puede durar lo que se desee para disfrutar de la relación o de la masturbación. Puede decaer en algún momento y volverse a recuperar. Puede hacerse de forma voluntaria, tratando así de prolongar el placer, o puede suceder de forma involuntaria porque algo distraiga la correcta percepción y concentración en el placer (un ruido, un susto, temor, una preocupación, los nervios, etc.).

V.- La Meseta

Ante la estimulación directa del clítoris y la vagina, la activación aumenta. Los dos tercios superiores de la vagina se alargan. Los labios menores aumentan más su tamaño como consecuencia del flujo sanguíneo, el clítoris se retrae y las paredes del tercio inferior de la vagina se hinchan, produciéndose un estrechamiento de la cavidad, ayudado del músculo constrictor de la vulva. Se ha formado lo que se conoce como "plataforma orgasmica". La excitación llega a su punto más alto.

El glande aumenta su anillo y se vuelve de color más oscuro, los testículos se agrandan y continúan elevándose, se comienza a producir una hipersecrecion de las glándulas seminales y se puede producir alguna pérdida de líquido seminal en el hombre, sobre todo proveniente de las glándulas de Cowper, que están más cercanas.

Tanto en hombres como mujeres se produce una tensión generalizada, con contracciones musculares de tipo voluntario e involuntario. La presión arterial sube y aumenta el ritmo cardiaco.

VI.- Orgasmo

El orgasmo es un conjunto de sensaciones placenteras que experimenta el cuerpo en la zona genital y pélvica cuando se produce la liberación de la tensión muscular y nerviosa provocada por la intensificación y acumulación del placer físico y psicológico. El orgasmo es mucho más que un conjunto de sensaciones físicas. En él intervienen, sin duda aspectos cognitivos que proporcionan a las personas que los experimentan vivencias distintas. En los hombres el orgasmo aparece generalmente al tiempo que la eyaculación. Las últimas investigaciones realizadas con mujeres, apuntan a que en la mujer también se produce la secreción o eyaculación de un liquido glandular procedente de las glándulas uretrales y parauretrales, similares a la próstata masculina.

Una vez que se ha alcanzado el grado de mayor intensidad en la excitación, la zona pélvica experimenta oleadas de calor, con sensaciones de latidos que se extienden hacia los genitales. En esos momentos la agitación es muy elevada, la musculatura de los muslos, nalgas y de la zona pubocogicea (todo la zona que rodea a los genitales femeninos) y pélvica en el hombre se tensan al máximo.

En las mujeres la vagina se estrecha por efecto de la tensión muscular, produciendo un efecto de presión en el pene que incrementa así las sensaciones que éste percibe al frotarse con las paredes de la vagina.

La tensión crece al máximo y sobreviene una sensación ya inevitable de abandono en la que las contracciones musculares de la zona pélvica, genital y anal producen la distensión total. Este cúmulo de sensaciones es lo que se entiende por orgasmo.

En la mujer se ha hablado mucho de los diferentes tipos de orgasmo, en función de cual fuera el órgano estimulado: clítoris o vagina. El tipo de fenómenos y la musculatura que interviene en cualquier orgasmo son los mismos, por lo que, desde nuestro punto de vista, lo único que parece diferir son las sensaciones percibidas, la intensidad y la zona estimulada. Hay sensaciones orgasmicas más superficiales o más profundas, más intensas o más ligeras.

Algunos autores han aportado documentación sobre orgasmos diferenciados dependiendo de sí actúan los músculos del útero o los pubocogiceos (aquellos que van desde el pubis hasta el coxis). No obstante, estos mismos autores señalan que, en la práctica, parece que normalmente se experimentan simultáneamente ambos tipos de orgasmo, siendo menos frecuente la existencia de orgasmos diferenciados

Por otra parte, en la mujer también se pueden dar todas las fases anteriores y no producirse la tensión muscular final, porque la liberación de tensión y la distensión han sido paulatinas, generándose un grado de placer y excitación máximos continuados que provocan la dispersión o el derrame de tensión secuencial. Por lo que no se produce un momento puntual de máxima tensión, sino un continuo. Sería una especie de orgasmo diferido o prolongado, de menor intensidad puntual pero de mayor duración.


VII.- Eyaculación

En el hombre la eyaculación sobreviene, por regla general, segundos después de que comience el orgasmo. Previamente a la efusión del semen se produce la emisión. La emisión consiste en todo un delicado y complejo proceso de señales emitidas y recibidas por el sistema nervioso y los órganos que intervienen en la eyaculación.

Debido a la estimulación del pene, a través de las fibras aferentes del sistema nervioso somático, llegan impulsos nerviosos a la medula y de ahí se emiten otros impulsos nerviosos que contraen la musculatura de los conductos que empujan los espermatozoides, así como las vesículas seminales y la próstata, produciendo una aumento de secreción del líquido seminal. El semen es vertido a la parte de la uretra posterior, cerrándose el esfínter vesical, de modo que se impide el reflujo del semen hacia la vejiga, y del esfínter externo de la uretra. La contracción rítmica de la uretra junto con las contracción rítmicas de la musculatura perineal, provocan la expulsión a sacudidas del semen.

Tanto en el hombre como en la mujer puede producirse una sensación orgasmica sin eyaculación. De hecho, en la cultura oriental, hay prácticas que enseñan a controlar la eyaculación, aprendiendo a dilatar las sensaciones placenteras, de modo que la sensación de liberación de tensión breve e intensa, típica del orgasmo, no se produce de forma puntual con contracciones, sino de una forma diferida, paulatina, con muchos momentos de placer muy intenso y relajación, secuenciales. Esto facilita la duración de las relaciones sexuales y la obtención de placer.

En el hombre también se puede producir la eyaculación sin sentir orgasmo. Este hecho suele estar unido a algún tipo de trastorno en la percepción.

En cuanto a la eyaculación de la mujer y la intervención del famoso punto G, cada vez son más los autores que realizan estudios para tratar de diferenciar una zona con terminaciones nerviosas que podría tener una gran sensibilidad en la estimulación sexual en las mujeres. Aunque los resultados de los diferentes estudios no son concluyentes, debido a que quedan todavía aspectos por dilucidar, éstos han permitido distinguir esa zona y coinciden en señalar la existencia de un tejido glandular uretral y parauretral funcional, de ningún modo atrofiado. Según estos estudios, el punto G o punto de Grafenberg se encontraría en la pared anterior de la vagina en el recorrido de la uretra, pudiendo detectarse con un simple examen pélvico manual.

Otros autores han realizado estudios que van más allá y concluyen que, está demostrada su supuesta implicación en la eyaculación femenina, que todas o casi todas las mujeres tienen. Por otra parte, la sensibilidad en esta zona puede variar mucho de unas mujeres a otras, así como su percepción de la emisión y la cantidad de la eyaculación. Tampoco queda claro el papel de la estimulación de esta zona en la eyaculación, o si la eyaculación de la mujer se puede producir sin necesidad de orgasmo, sólo con la estimulación y excitación del clítoris o los genitales.

VIII.- Relajación o Resolución

A las contracciones y descarga de tensión del orgasmo le sucede una sensación de relajación y placidez de gran amplitud y gratificación que abarca todo el cuerpo y la mente. El cuerpo se siente extenuado y el bienestar se apodera de toda la sensibilidad. La sensación de placidez y de satisfacción son totales. En estos momentos de absoluta relajación y dejación, se puede alcanzar un estado de semi somnolencia que puede durar unos minutos. No obstante, no todas las personas reaccionan igual ante la relajación. Se entra en una sensación de cansancio y lasitud agradables. Desaparece la tensión muscular, se normalizan los ritmos respiratorios y cardíacos y la presión arterial vuelve a su estado normal.

Hay un tiempo, variable según la persona, en que existe un estado en el que los estímulos no pueden producir una nueva erección en los hombres. En las mujeres, parece que varía de unas personas a otras, existiendo mujeres que pueden recuperarse de forma inmediata y otras que requerirían de un tiempo de descanso.

En cada una de estas fases, la toma de conciencia de las mismas y/o la incorporación de cualquier estimulo externo (un ruido, un gesto) o interno (un recuerdo, un temor) pueden hacer que la situación pierda o gane intensidad erótica. Por lo que siempre podemos desarrollar habilidades para controlar (no reprimir) esas situaciones. La toma de conciencia y/o la habilidad para percibir las situaciones intensamente, sin estrés y sin ansiedad facilitarán todas las fases de la respuesta sexual.

©Lola Salinas